Ya sea porque usuarios reclaman por la movilidad, porque se inicia un nuevo programa de fiscalización, porque persiste el consumo de alcohol y la pernoctación de vagabundos, o porque se registra algún hecho delictivo, el asunto es que no hay semana que la plaza del Mercado de Chillán esté ausente de la agenda informativa local.
Esto puede resultar muy positivo, pues se trata de uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad, sin embargo, la historia reciente nos revela que muchos de los problemas expuestos no se resuelven y los anuncios de grandes transformaciones rara vez se concretan.
Es verdad que abordar integralmente los problemas de una de las ferias más hermosas de Chile tiene un alto costo económico y político que desalentó a las dos últimas administraciones que ha tenido la ciudad, cada una por más de una década. Pero justo es también reconocer que tanto los exalcaldes Bernucci como Zarzar hicieron mejoras, algunas bastante importantes por su urgencia, pero ninguna de alcance realmente transformador.
Como en muchas otras cosas, aquí no ha existido una mirada de largo plazo que apunte a modernizar este hito chillanejo que hoy lejos de ser motivo de orgullo para los habitantes de la ciudad, es un espacio subutilizado con deficiencias sanitarias y de infraestructura.
En ese contexto, conviene observar los ejemplos de otras ciudades que han sabido aprovechar sus ferias y mercados municipales y los han convertido en puntos de atracción turística, potenciando el rescate de las tradiciones artesanales y gastronómicas.
La privilegiada ubicación de la Plaza Sargento Aldea, en pleno corazón del centro, permite soñar en grande con un recinto que sea motivo de orgullo para los chillanejos y ñublensinos, con la infraestructura adecuada, locales atractivos y condiciones de higiene de primer nivel.
Se han dado pasos para ordenar su administración y regularizar la situación de los arriendos y subarriendos, como también la instalación de techumbre en algunos sectores, pero el gran desafío aún no es abordado y consiste en implementar un plan de modernización de la infraestructura y renovar el sistema eléctrico y sanitario. Además, se debe abordar una planificación estratégica con el objetivo de priorizar los rubros ligados con la identidad y el patrimonio no solo de Chillán, sino de todas las comunas de la región.
El financiamiento, podría ser la principal piedra de tope, pero con una mirada de largo plazo -que considere los altos retornos por su rentabilidad económica y social, este proyecto anunciado por la actual administración municipal y que en su primera etapa tiene un costo de 3 mil millones de pesos, puede lograr un gran consenso en las autoridades de la región.
La Feria y el Mercado de Chillán tienen una carga de significado muy trascendente, que excede lo privativo y la cosa doméstica y como tal debiera ser de interés cívico su renovación y mejoramiento no solo como un proyecto de ciudad, sino de la Región de Ñuble.