Señor Director:
Se dice que septiembre es el mes de la patria y lo es con sobrada razón: la inmensa mayoría de los chilenos
conmemora el comienzo de la Independencia con una verdadera explosión de sentimiento nacional: Miles de
banderas se agitan en el viento, cuecas, desfiles, reuniones familiares y brindis por múltiples razones.
Por las razones conocidas, esta celebración se redujo al mínimo en años recientes y, por lo mismo, ahora
se expresó con harta intensidad. Los fonderos sacaron cuentas alegres, los militares fueron ovacionados y
millones agitaron sus pañuelos con un baile pleno de sensualidad. Pareciera que una inmensa mayoría sintió
la necesidad de afirmar tradiciones que fueron amenazadas por delirios ideológicos de grupos que no creen
en la patria porque son “internacionalistas”.
Prácticamente, en un rincón, una minoría conmemoró otra fecha con discursos y consignas, pan añejo
masticado más con odio que con sabor a enseñanza. Esta vez se derrumbaron tras la bandera y el himno que
maltrataron en la Convención y hasta bailaron cueca en La Moneda. Dos Chile en septiembre, el de la gran
mayoría, el de siempre, y otro arrinconado en odios que parecieran cultivarse para sobrevivir.
Alejandro Witker
Historiador
