Mes de la Inclusión

Señor Director:
Cada año, en el contexto del Día Internacional de las Personas en Situación de Discapacidad, se renueva una invitación profunda a detenernos, observar nuestros entornos y preguntarnos cuánto hemos avanzado y cuánto falta para construir una inclusión real.
No una inclusión declarativa o simbólica, sino una que se viva, se respire, que establezca condiciones para que todas las personas puedan desarrollarse, aprender, participar y ejercer sus derechos sin barreras.
Dedicar un mes a la inclusión no es un gesto administrativo ni una simple conmemoración. Es un acto político, ético y social que nos recuerda que esta no se decreta, sino que se construye con la familia, la escuela y la comunidad como pilares entrelazados. Se construye en la forma en que acogemos la diversidad, en la manera en que escuchamos, en la disponibilidad para cambiar prácticas y en la capacidad de reconocer que la dignidad humana es un derecho intransable.
Este es un camino que compartimos. No pertenece solo a los especialistas, a los equipos educativos o a quienes trabajan en servicios públicos. Es un desafío que toca a todos los espacios donde transcurre la vida.
Y por eso, en este Mes de la Inclusión, es necesario volver a conversar sobre lo esencial: ¿qué significa hoy hablar de este tema? ¿qué rol cumplen la familia, la escuela y la comunidad? y ¿qué nos compromete realmente?
La inclusión no es un favor, es un derecho que nos enriquece como sociedad. Y cuando estas caminan juntas, la posibilidad de una vida plena se vuelve real.
Esa es la ruta. Ese es el compromiso. Ese es el país que podemos construir.
Jessica Durán
Académica Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial UDLA