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Mentir como método político

Señor Director:

La mentira se ha instalado como un recurso, un instrumento y un arma política en el actual gobierno, de una manera que no veíamos desde el retorno a la democracia. No se trata de errores aislados ni de tropiezos accidentales: estamos ante un patrón sistemático de ocultamientos, omisiones y distorsiones de la verdad.

El reciente caso que involucra a Miguel Crispi e Isabel Allende, a propósito de la frustrada venta de la casa de Salvador Allende, es apenas un síntoma más de esta práctica extendida. Las explicaciones ambiguas, los cambios de versiones y las medias verdades no son errores de comunicación: son parte de una estrategia de poder que erosiona gravemente la confianza pública.

Hoy asistimos a un gobierno que, lejos de fortalecer los valores republicanos, trivializa la verdad cuando no le conviene y la instrumentaliza cuando le resulta útil. Nunca, desde 1990, habíamos visto un uso tan abusivo de la mentira como herramienta de gestión política. Y eso es, quizás, el daño más profundo que se está causando: la degradación del valor de la palabra en la vida pública.

Rodrigo Durán Guzmán

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