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Señor Director:
Veo con tristeza y dolor que muchos de nuestros niños y adolescentes no la pasan bien en su vida. Me da una angustia tremenda ver a un niño llorar con el alma.
Los dejamos en manos de los «supuestos apoyos del sistema» y nos desligamos de la situación. Lo triste es que estos apoyos no están funcionando bien y no son una ayuda real para ellos. Los colegios ven a diario estas situaciones, los municipios necesitan programas que vayan con todo tipo de ayuda a los jóvenes en forma mas directa, en circunstancias críticas y sin burocracia, que estén a disposición de la institución de educación, que a través de una evaluación social pueda entregar estas ayudas, esto porque vemos día a día a jóvenes con el alma rota.
No quiero ser asistencialista, pero créame que hay ocasiones en que es necesario serlo y no solo eso, sino que el entregar preocupación, amor y contención. Cómo sociedad nos hemos puesto tan superfluos y créame que me incluyo y me recrimino eso.
Ayer pensaba que lástima no poder realizar un viaje al extranjero o fuera de la ciudad con mi hijo en estos días libres que tengo, donde veo a todos pasarla bien. Sin embargo ese mismo día entreviste como trabajadora social a un adolescente de 16 años inquieto, con temblor en sus manos, sus ojos perdidos, tratando de contener sus lágrimas y su tristeza. Me dijo: «Fue un año duro» y se largó en llanto. «Nos botaron de la casa y debido a que mi mamá está con cáncer, estuve buscando arriendo para poder irnos con mis perros». Desde ahí todo fue contención.
Señor director, así como este joven hay muchos. Es distinto leerlo que verlo y escucharlo en directo. Mi anhelado viaje con mi hijo pasó al olvido, tengo ganas, no lo niego, pero nos quejamos de tan poco frente a situaciones de esta envergadura que viven muchos niños/as.
Podemos generar y destinar recursos para programas de apoyo local, efectivos y más inmediatos para estás situaciones, sin tanta burocracia.
Leslie Marín San Cristóbal
Trabajadora Social