En una década, la bicicleta, como medio de transporte, pasó desde el 7% de los viajes totales en la intercomuna Chillán-Chillán Viejo, a casi 20%, según estadísticas del Ministerio de Transportes. Coincidentemente, en este período ha ido aumentando paulatinamente la infraestructura, sumando este año cuatro nuevas ciclovías donde se incorpora el nuevo estándar, es decir, una infraestructura ciclista sobre la calzada, a diferencia del antiguo diseño que intervenía la vereda. En total, 6,2 kilómetros se suman a la actual red de ciclovías que tiene 23 kilómetros de longitud.
Se trata de los proyectos Sargento Aldea (de Ecuador a Collín), con fecha de término en julio; la ciclovía Arauco (también de Ecuador a Collín) cuya entrega se proyecta para el mes de julio; la ciclovía O’Higgins -entre calle Paul Harris y Ecuador- que estará terminada a fines de septiembre y el proyecto Barros Arana-Nueva Sur que debería concluir en agosto.
Merece también destacarse en estos nuevos proyectos un renovado diseño que permite una movilidad más fluida y ordenada, reconociendo el verdadero rol que ha adquirido la bicicleta como medio de transporte.
Bien lo dicen los especialistas, la velocidad de desplazamiento de las bicicletas (25 kilómetros por hora) es más cercana a la de un automóvil que a la de una persona, de modo que con este modificación no solo se reduce el riesgo de accidentabilidad con las personas, sino que al restar a la calzada y no a la acera el espacio para su construcción -como ocurrió con las ciclovías construidas los últimos diez años- se refuerza el objetivo de desincentivar el uso del automóvil, y no la caminata.
Los promotores del uso de la bicicleta suelen destacar las potencialidades de la capital de Ñuble para desarrollar una cultura del pedaleo, aprovechando atributos de la ciudad como su topografía plana, sus anchas calles y su tamaño, que aún permite recorrerla de extremo a extremo en bicicleta.
Hay que entender, sin embargo, que la masificación del uso de la bicicleta también requiere de cambios culturales, pues muchos ciclistas critican la actitud agresiva de los automovilistas, mientras que estos últimos retrucan denunciando maniobras arriesgadas e imprudentes de los primeros.
Esto debe ser entendido como un objetivo de ciudad, y por lo tanto, promovido por las autoridades, no solo en el discurso, sino que a través de acciones concretas que brinden facilidades al usuario, por ejemplo, estableciendo más centros para aparcar con bicicleteros, aprovechando las plazas y explanadas, generar incentivos para combinar el uso de la bicicleta con la locomoción colectiva, realizar una adecuada mantención y limpieza de las ciclovías y definir las rutas e interconexiones en base a estudios de demanda, por lo que es fundamental consultar siempre la opinión de los usuarios.