Muchas de las críticas que se hacen al modelo económico de mercado que existe en Chile tienen su origen en la falta de competencia, que es un requisito esencial para que exista un mercado. Dicho de otra forma, es la ausencia de un verdadero mercado en la economía nacional lo que genera problemas en la fijación de precios y salarios, y por tanto, es un factor de la desigualdad de ingresos.
Cuando se observa que el mercado de la uva, del arroz, del trigo, de las farmacias, de los supermercados, de las AFP, de la distribución de alimentos, de la pesca industrial, de los bancos, de la salud privada, de los detergentes, de los pollos y los cerdos, por nombrar algunos, está dominada por un pequeño puñado de actores (lo que en economía se denomina oligopolio), se producen distorsiones que el mercado no puede resolver por sí solo.
La falta de competencia en dichos mercados, caracterizados por pocos oferentes y muchos demandantes (consumidores) favorece a la industria a la hora de fijar los precios, y da pie a la concreción de ilícitos, como la colusión.
Hemos conocido algunos casos como el de las farmacias y de los pollos, pero existen muchos otros aún no investigados donde es posible observar una sospechosa similitud en los precios, lo que mueve a pensar que la concertación para la fijación de precios es una práctica habitual en la economía chilena.
El valor de los alimentos en Chile, por ejemplo, es similar a los precios que se pagan en Alemania, con la diferencia que los salarios en dicho país son bastante más altos. ¿Por qué ocurre eso? Más allá de factores estacionales que puedan afectar los precios de determinados productos, lo cierto es que con la gran diversidad climática y el importante desarrollo agrícola y agroindustrial, Chile debiera exhibir precios muy inferiores. Lamentablemente, en la cadena de distribución existen distorsiones de mercado que favorecen a unos pocos en desmedro de la mayoría.
Dicho problema se soluciona con mayor competencia. Y no se trata de una revelación. Es una verdad que está en los libros de economía y pese a ello, desde que se implementó el actual modelo económico, nunca se han establecido mecanismos de control para evitar esas distorsiones.
Con los escándalos de corrupción y de vinculación entre política y negocios que se han conocido, hoy resulta más entendible la falta de voluntad de quienes gobiernan por avanzar hacia la incorporación de mayores niveles de competencia en los mercados.
Chile necesita una legislación más estricta en este ámbito, como las que existen en países de la OCDE, en que está prohibida la integración vertical en algunos sectores y existen límites a la participación de mercado de las empresas.
Una mayor competencia le permitiría a los chilenos optar a mejores precios en los planes de las isapres, a tasas de interés más convenientes para acceder a créditos de consumo, negociar de mejor forma sus salarios o comprar medicamentos más baratos, pero en la medida que crezca la concentración de los mercados y la influencia de los empresarios en la política, esa realidad seguirá existiendo solo en los libros.