Si bien el ritmo de la reactivación económica en Ñuble es bastante más lento de lo esperado y la incertidumbre se sigue cerniendo sobre muchos sectores productivos, desplegar un proceso de reapertura gradual, con cumplimiento de los protocolos de bioseguridad, se puede calificar de una medida acertada.
Hoy se cumplen 3 meses de la estrategia Paso a Paso para el manejo de la pandemia, y encuentra a Chillán pronto a pasar a fase 3. Los indicadores sanitarios han mejorado en la capital de Ñuble desde la segunda cuarentena y es cuestión de días para que el ministerio de Salud vise el paso a una fase de menores restricciones, favoreciendo una mayor apertura del comercio y otras actividades.
Buena noticia, pero puede ser tan efímera como el retorno tras la primera cuarentena. La economía local debe aprender a “convivir con el coronavirus”, lo que afecta no solo los comportamientos de las empresas y los bienes y servicios que producen, sino también a los trabajadores y a los ciudadanos. La conciencia debe promoverse en todos los ámbitos. Dicho lo anterior, hay que ser claros respecto a entender que la pandemia exige reforzar las medidas de protección como elementos ineludibles en la cotidianidad. Aquí no hay excusas, y los mencionados protocolos de bioseguridad que se han emitido para todas las actividades permitidas deben ser aplicados con rigor.
Aun cuando resulta razonable que se apele a las conductas individuales, no hay que desconocer que esta crisis reveló, para bien o para mal, las condiciones estructurales en las que viven millones de chilenos, por lo que muchos de ellos requieren soportes mínimos para sobrellevar ese proceso. De ahí que la exigencia para el cumplimiento riguroso de las medidas impuestas no pueda apartarse del monitoreo de los sectores más vulnerables, una tarea muy sensible en Ñuble que antes de la pandemia ya registraba una tasa de pobreza por ingresos muy superior a la nacional, de 16%. De hecho, era la segunda más alta del país, y ahora sería mayor, de 20%; o sea más de un quinto de la población regional.
Se evidencia así la alta vulnerabilidad de un vasto segmento de la región que a raíz de una contingencia como la cesantía ha pasado rápidamente a engrosar las cifras de pobres. Los pronósticos apuntan a un empeoramiento del escenario económico en los próximos meses, principalmente a nivel de demanda interna, lo que seguirá impactando en los segmentos más vulnerables. En este sentido, cualquier iniciativa que tenga por objetivo ayudar en los segmentos más vulnerables de la población es consistente con el sentido de urgencia que exige esta crisis sanitaria que también es económica.
Por eso, ya no es momento para que el Gobierno se siga guardando sus “últimos cartuchos”. Es hora de implementar medidas más audaces que permitan, por un lado, enfrentar la urgencia de las familias, y por otro, reactivar el empleo, pues de ello dependerá la envergadura de la crisis social que podría observarse una vez superada la pandemia.