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Manual de convivencia

Existe acuerdo entre los especialistas en considerar que cuanto más capital social posee una sociedad, más factores protectores tiene para enfrentar situaciones extraordinarias. Las sociedades con mayor capital social son más resilientes y se fundamentan sobre bases más sólidas que las que carecen de él. Por lo mismo, la relación entre capital social y estrategias para hacer frente a la pandemia del Covid-19 es un tema que debe preocuparnos, pues mientras más capital social exista, seremos capaces de superar este difícil trance de nuestra historia.

Las discusiones actuales de política pública deben poner cada vez más sus reflectores sobre el tejido social, que será clave para superar la crisis y jugará un papel protagónico luego de que ella sea superada. Esto es especialmente importante en sociedades más frágiles, como la chilena, con grandes desigualdades económicas e inequidad en la garantía de derechos y en acceso a bienes y servicios públicos.

Para lograrlo, el primer paso es superar la falsa disyuntiva entre salvar vidas y salvar la economía, que ha sido pésima guía en la toma de decisiones políticas. Crisis como la actual golpean los cimientos de la sociedad, tanto por el dolor asociado a la pérdida de seres queridos, como por las dificultades económicas que generan. En muchos casos, esto se traduce en sentimientos de alienación e injusticia, que pueden exacerbar inconformismos preexistentes.

También por razones como estas, no exageran quienes hablan de enfrentar la coyuntura actual con medidas similares a las de una posguerra. En esos escenarios, una de las lecciones más importantes es el papel que juegan los esfuerzos colectivos en coordinar a las sociedades hacia la superación de la crisis; el llamado capital social. Sociedades con mayores niveles de capital social son más exitosas en pasar la página.

Esto obliga a promover medidas a nivel comunitario que contribuyan al doble objetivo de salvar vidas y garantizar condiciones económicas básicas, especialmente para los más vulnerables y la desprotegida clase media, donde la pandemia hará que muchas familias retrocedan a la condición de pobreza .

Preocuparnos por el capital social tiene mucho sentido, porque es un eslabón debilitado. Por diferentes razones, los vínculos de confianza y la capacidad de interactuar en redes ha sido muy enclenque en Ñuble, y si despertó tímidamente el 18 de octubre, hoy está silente por la incertidumbre doméstica de una “nueva normalidad” cuya única certeza es la incerteza.

Tal vez aún estemos a tiempo de hacer los esfuerzos por rescatar el capital social que será tan valioso en escenarios como el que enfrentamos actualmente.

Un gran paso daríamos si cada uno de los ñublensinos entendiéramos que ha llegado la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas, para adaptarnos a un virus disruptivo que amenaza el bienestar de todos.

Hoy necesitamos distanciamiento físico, no social. Necesitamos interactuar, solo que de manera distinta. Necesitamos crear vínculos de confianza entre cada uno de nosotros. Necesitamos solidaridad y disciplina para el combate común a esta pandemia y a sus múltiples y crueles efectos. No nos cansaremos de repetirlo,  hasta que veamos un cambio.

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