La alta exposición pública que suelen tener las autoridades políticas, más ahora en medio de esta pandemia, ha causado sucesivas situaciones incómodas y revelan un aspecto preocupante de la gestión de la emergencia sanitaria: una disonancia entre los llamados a respetar las normas sanitarias y acciones y expresiones que las contravienen, desorientando a la opinión pública que hoy, más que nunca, necesita certezas y referentes de conductas.
Ante la grave crisis que sufre el país por el alto número de contagios de Covid-19, no se puede admitir que los representantes de la política realicen afirmaciones que carezcan de toda veracidad y hasta rocen el ridículo, y menos que no cumplan con los protocolos establecidos por la autoridad sanitaria en el marco de la prevención de esta grave enfermedad, y que hoy son además amplificadas por las redes sociales, cuyo uso conlleva enormes riesgos para personajes de conducta impulsiva.
Por esta vía, por ejemplo, se pudo ver a la senadora y presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, en Los Ángeles, participando en una actividad donde todos los presentes se encontraban sin mascarillas, y tampoco respetando el distanciamiento social.
Días antes fue el propio Presidente Sebastián Piñera quien fue duramente criticado por una supuesta violación al protocolo en el funeral de su tío, Bernardino Piñera. En la ocasión, el Mandatario abrió el féretro, y además imágenes constataron la presencia de más de 20 personas, superando lo permitido por la ley, aunque el Gobierno se deshizo posteriormente en explicaciones.
A nivel local, no olvidemos que el segundo gran foco en Chillán se produjo en el propio Servicio de Salud, durante un seminario de capacitación y que su director estuvo grave, conectado a ventilador mecánico. Tampoco olvidemos la cuarentena de buena parte de la primera línea del Gobierno Regional por ir al matrimonio de un exseremi, o la vergonzosa barrera que los alcaldes de Coelemu y Quirihue levantaron contra adultos mayores que debieron abandonar un hogar contaminado en Bulnes.
Y así, desde el inicio de esta crisis sanitaria, podríamos ir hallando cada día un político que incumple las normas o destaca por su descriterio, ignorancia, lenguaje arrebatado o por la liviandad con que abordan temas científicos que requerirían reflexión y estudio.
Las autoridades también tienen una función docente, aunque no lo quieran: sus actos, sus palabras y las consecuencias de lo que promueven se muestran en la convocante vitrina de los medios de comunicación y hoy demanda más responsabilidad que nunca, pues pueden fortalecer o lesionar la conciencia cívica de una sociedad mal educada y poco solidaria como la nuestra, porque percibe la discordancia entre los contenidos de mensajes y campañas de prevención y la parafernalia que captan como datos de la realidad.
Hay que tener presente que el ejemplo de aquellos que ocupan posiciones de liderazgo político y social ejerce un poderoso influjo sobre la confianza de la ciudadanía en medidas de prevención y restricciones que hoy son la única vacuna para enfrentar la pandemia, de modo que a medida que ese deterioro se acentúa, también lo hacen las conductas colectivas que condicionan la capacidad de nuestro país y muy especialmente de esta ciudad, para responder ante la etapa más difícil de esta crisis.