El sector gastronómico y de entretención son las actividades económicas que más ha sufrido con la pandemia. Fueron de los primeros en verse afectados por las restricciones sanitarias y serán de los últimos en recuperar su ritmo habitual.
Hace 16 meses, de la noche a la mañana, cientos de restaurantes, pubs, cafeterías y negocios gastronómicos, se vieron forzados a cerrar sus puertas. Desde entonces el derrotero de los empresarios alterna entre el pedido de ayuda al sector público para afrontar la crisis, y poner de manifiesto la necesidad de abrir la actividad con los protocolos sanitarios correspondientes.
El servicio de delivery fue de ayuda, pues permitió que una parte de los locales funcione como alternativa a la cadena de alimentación, pero la realidad es que los ingresos por este ítem están muy por debajo de los que se obtenían en un escenario pre pandemia, haciendo muy exiguo los flujos de caja.
Son sobrecogedores los testimonios de los dueños de restaurantes, que solo han recibido facilidades de algunos municipios para habilitar terrazas en el espacio público, pero han visto pasar por el lado los créditos y recursos de los programas de ayuda del Gobierno. Incluso, hay establecimientos que deberían haber cerrado, pero no lo hacen porque no pueden afrontar los costos de un cierre definitivo.
Ahora, la mayor apertura y movilidad derivadas del avance en el plan Paso a Paso constituyen una inyección de optimismo para bares, pubs, cines, salas de teatro y casinos de juego, entre otros, ya que en algunos casos se permitió su apertura, y en otros, la atención de público al interior de los locales. Y en el caso particular de los pubs, la postergación del inicio del toque de queda desde las 22 a las cero horas, fue el envión que necesitaban para comenzar con su recuperación.
Suele decirse –y con razón- que por cada trabajador gastronómico, en un local debe calcularse que gira un mundo laboral de al menos diez personas, entre proveedores, personal de cocina, repartidores, limpieza, etc. Y en una ciudad como Chillán, esa sola ecuación convierte a la actividad en un importante motor de la economía.
Sin embargo, contra todo pronóstico, los esfuerzos de reapertura han chocado con la escasez de trabajadores que prefieren continuar desempleados y recibiendo el bono IFE (Ingreso Familiar de Emergencia), o que han iniciado emprendimientos en el mismo rubro. De hecho, las redes sociales están llenas de nuevas propuestas gastronómicas, de chef que cocinan desde sus casas y venden por Instagram o Facebook su comida.
En un escenario post pandemia, de pocas certezas y muchas dudas, no queda espacio para pensar en todo lo que no se puede hacer. Hoy, la gastronomía y la entretención deben centrarse en lo que sí pueden construir desde esta supuesta precariedad; y desde allí, incluso, reinventar esta actividad relevante de nuestra economía, cuyo quebranto puede tener un alto costo social.