Señor Director:
Cuando se cumplen tres semanas desde la instalación de la Convención Constitucional (el 4 de julio pasado) hay quienes se manifiestan inquietos por lo que, estiman, ha sido un proceso demasiado lento, considerando los acotados plazos (12 meses, a lo sumo) con que cuenta la anterior para presentar al electorado un texto de nueva Constitución.
Mirado en perspectiva, la preocupación de que aún no se hayan comenzado a debatir artículos del nuevo texto constitucional parece, sin embargo, fuera de lugar. En efecto, si se aquilata lo difícil que fue instalar un órgano enteramente nuevo, en condiciones de pandemia, y en medio de una serie de desprolijidades por parte de quienes (en el Ejecutivo) debían haberse asegurado que todo estuviera bien dispuesto para comenzar a funcionar, se advierte que no es razonable haber esperado que la Convención estuviera ya debatiendo aspectos sustantivos de la nueva Carta Fundamental.
Si se añade a lo anterior el -siempre paralizante- ambiente polarizado que existe en su interior, se advierte que, lejos de haber avanzado con lentitud, la Convención ha progresado razonablemente rápido en términos de establecer una rutina de trabajo y organizar comisiones provisorias que adelantarán criterios en materias cruciales para lo que viene. Esto es especialmente el caso con relación a la Comisión de Reglamento, cuyo producto representa un requisito sine qua non para abordar la tarea central de la Convención, esto es, la discusión de las normas que integrarán la futura Constitución. Desde un punto de vista comparado, la instalación de la Convención ha estado en el promedio de los procesos constituyentes contemporáneos, en que las exigencias de transparencia, participación e inclusión -más allá de sus innegables virtudes- tienen como contracara un más lento avance del proceso en su conjunto. Dicho esto, es crucial que, una vez que se apruebe el Reglamento, la Convención avance con un ritmo que combine la necesaria deliberación, con un mínimo de expedición. Lo desafortunado del ambiente polarizado que vive el país es que la opinión acerca del ritmo con que avanza la Convención está siendo construida desde el prejuicio y el desconocimiento de lo complejo que son este tipo de procesos.
Javier Couso Académico UDP