A sus 103 años y siete meses de vida, María Nudomila Jara Muñoz es la persona más longeva en la comuna de San Ignacio, y la sobreviviente de ocho hermanos que conformaban la familia Jara Muñoz.
Es conocida por todos como “la tía Mila”. Nunca contrajo matrimonio ni procreó. En la actualidad vive sola en su domicilio, ubicado en el sector de San Miguel. Goza de una excelente salud, no sufre de enfermedades y por nada del mundo toma medicamentos.
“Su salud es óptima, ni siquiera tiene control de salud en el Cesfam de la comuna. No ingiere medicamentos, solo cuando tiene algún síntoma o malestar toma agüitas de hierbas, ella conoce mucho las propiedades que tienen las plantas medicinales porque aprendió de la medicina alternativa con las plantas naturales”, señala su sobrino Oscar Solís, quien es uno de los cuatro parientes directos que le quedan a Mila y la ayuda en lo que necesite, pues son vecinos.
La adulta mayor tiene claridad de la actual pandemia provocada por el Covid-19 y ha tomado los resguardos necesarios para protegerse, empezando por el uso de mascarillas. De hecho, decidió hacer su propia cuarentena preventiva.
“Cuando empezó la cuarentena total en Chillán, ella hizo su propia cuarentena por unos 20 días, se quedó adentro de su casa. Entonces como no la podía visitar, la miraba desde mi ventana porque le puso candado a la puerta de la calle y dijo ‘no quiero visitas porque me pueden contagiar, desde lejitos nomás, se acabaron los besos y los abrazos’, recuerda Solís.
Mila es una persona autovalente que realiza las actividades propias del hogar: cocina, limpia, barre, se ocupa de las plantas, y aunque sus manos ya no tengan la misma fuerza de antes, lava a mano su ropa porque la lavadora automática no es de su agrado. “Le gusta poco que la visiten, siempre estoy ofreciéndole ayuda pero le gusta hacer sus cosas solas”, agrega.
Cuando necesita algo no duda en caminar unas dos o tres cuadras hasta el mercado más cercano a su casa, pero en estos tiempos de pandemia escribe de su puño y letra la lista de los alimentos o artículos que requiere para que su sobrino los compre.
“Me hace una lista con cosas que necesita para que yo se las compre. Solamente este mes le vino a aceptar al IPS que si acaso no pudiera ir a pagarse, me otorgó el poder a mí, pero de resto ella hace su fila, no le gusta que la pase como adulto mayor”, señala Solís.
Destaca que su tía también goza de buena memoria, por lo que le es fácil recordar hechos pasados así como otras enfermedades que padeció el mundo durante este siglo. “Es increíble, puede narrar cosas del pasado con una capacidad extraordinaria. Se acuerda de las pandemias que han habido en el mundo, sabe de todo, se acuerda de la viruela, el sarampión y enfermedades que han habido”, relata.
Hasta los 101 años caminó todos los domingos hasta la iglesia de San Miguel para participar de la misa, posteriormente, conocidos la buscaban directamente en su hogar para llevarla hasta el templo. Hoy día escucha las misas que transmite la radio de la comuna.
Su familiar destaca que Mila, nacida un 15 de octubre de 1.916, nunca tuvo un trabajo remunerado, se dedicó a los trabajos agrícolas con la familia y al hogar.
“Nunca desempeñó trabajo alguno, solamente se ha dedicado a los oficios del hogar, su huerta, trabajos agrícolas en la propiedad que era de mis abuelos. En algún tiempo criaba animalitos, ovejas. La familia, entre todos, criaba vacunos y así sobrevivían, pero nunca ha tenido un trabajo remunerado”, expresa Solís.
Rodeado de amor
José Ortega Urrejola cumplió 100 años el miércoles 20 de mayo en medio de la pandemia. Es el vecino más antiguo de habita en la parcela n°42 del sector colonia Bernardo O’Higgins de Chillán. La calle que conduce a su hogar lleva su nombre en su honor, ya que fue unos de los primeros “parceleros” en vivir en ese punto de la capital regional, que reúne a un total de 70 familias.
Hoy vive recluido en su hogar, aunque la experiencia no ha sido diferente de los crudos inviernos anteriores, cuando se encerraba junto a su esposa al calor de una estufa. La única diferencia es que ella ya partió en 2019 cuando un infarto apagó su vida a los 85 años.
“Esto no ha sido una novedad, porque mi papá y mi mamá cada invierno, se encerraban en su casa, tibios y calentitos, y no salían más. Entonces evitaban el contacto, nunca supieron de resfrío. Ha sido como una bendición estar viviendo en comunidad”, dice su hija Laura Ortega, quien vive en la parcela de José y se encarga de sus cuidados junto al resto de sus hermanas.
Por largos años José Artemio se dedicó a la actividad agrícola, donde fue “patrón” , “corralero” y administrador de grandes haciendas, tras culminar una incipiente carrera en la Escuela de Grumetes de la Armada en Talcahuano. Los efectos causados por la sobreexigencia física pusieron punto final a su sueño de convertirse en marino.
Se casó con una mujer viuda con quien “vivió un amor de película” por 54 años y conformó una familia con cuatro hijas, siete nietos y siete bisnietos.
Laura comenta que para los médicos siempre ha sido una interrogante la fórmula que tenía su padre para mantenerse sano por un siglo, a lo que José respondía “mi secreto fue haberme casado con una mujer más joven, 15 años menor”, rememora.
“Mi papi es un gran recitador de poemas y entre esos adaptó uno para mi madre cuando se conocieron en un enero. A él le decía “El poeta”, era muy alegre, porque tuvo una vida familiar feliz, disfrutaron mucho, fueron hijos muy consentidos, tenían buena situación. No todos aprovecharon el momento, que se fue apagando un poco la economía, pero disfrutaron mucho”, recuerda.
A lo largo del tiempo “Don Temo”se ha mantenido fuerte al paso inexorable de tiempo y ha logrado superar los males propios de la edad. A los 87 años fue operado de próstata, pero logró sobreponerse sin secuelas. La época que vivió siendo joven, no estuvo exenta de pandemias, pero afortunadamente, relata, no alcanzaron a su círculo familiar.
“Siempre me decía que antes estuvo la influenza, pero que antes solo se trataba con aguas de hierbas y con encierro tal como ahora, pero no al nivel dejar de recibir visitar, no aislarte socialmente, sino que se aislaban en una pieza. Con fe y confianza, decía. Por ejemplo, ahora le digo que no pueden llegar visitas por tales razones,y antes la mamá se preocupaban mucho de los hijos, como eran hartos hermanos, que uno se mejorara rápidamente para que no se propagara cualquier infección que hubiese en la casa. Habían muchos cuidados con hierbas, todo era natural”, relata Laura.
Según lo relatado por José “la tuberculosis era el temor de muchos, aunque en esos años no se tomaba como nosotros, se vivía como tranquilidad, sin miedo. No como ahora las noticias permiten que tú te enteres más, antes había mucha ignorancia. Entonces, la gente se enfermaba y se moría, vivían el día a día. No todos tenían casa y zapatos, era una vida muy precaria. Los que podían se informaban, pero la gente se resguardaba en la casa. Lo otro que no había tanta enfermedad preexistente, y en esos tiempos la gente no iba tanto al médico”.
En la actualidad, durante la emergencia sanitaria que vive el mundo a causa del Covid-19, los resguardos en la parcela de José han sido mayores para velar por su salud, especialmente de parte de sus nietos, quienes con orgullo celebran a la distancia los 100 años de su abuelo.
“Es una sola parcela, donde hay una subdivisión, donde están las tres hermanas. En uno de los lugares está la casa de mi papá, después del terremoto su casa original se destruyó una parte. Hoy es como su cabaña. Nos vamos turnando, yo estoy de día y mi hermana de noche con él. Mis sobrinos universitarios, ahora por la pandemia, están todos acá. Ellos han sido los más responsables, y están súper conscientes. Los primos se ven aquí, y salen a caminar, porque tenemos esa ventaja, pero cuidando que nadie llegué a saludar a la casa, todo se hace a través de la ventana. Mi papá está en una especie de sala cuna”, detalla Laura, quien se encarga de realizar las compras del grupo familiar.
En medio de la crisis sanitaria la hija de José reconoce que son los jóvenes quienes deben reflexionar con mayor seriedad sobre las consecuencias del Covid-1, “ se tienen que cuidar mucho, porque creen que tiene la vida comprada y eso no es así. Mi padre no le tiene miedo a la muerte, pero sí disfruta de la vida y está consciente de que hay que cuidarse”.
Para Laura la fórmula de su padre para mantenerse vigente por 100 años, ha sido la felicidad que le ha brindado su círculo cercano y la actitud positiva frente a la vida, pese a las dificultades.
“Mi papá ha estado rodeado de amor. Él fue el primer y sus hermanas lo cuidaron como un muñeco, luego nos tuvo a nosotras, y pasó lo mismo. Mi madre era hija única y volcó todo su amor a mi padre. (..)Era Paz y amor, compartía con sus sobrinos jóvenes a la par. Su vida fue muy feliz, el secreto es aprovecharla cada día. Mi papi dice que no hay que pensar cuántos años tengo, sino que seguir mirando adelante”, sostiene.
Texto: Antonieta Meleán – Susana Núñez