Al apagar la grabadora, Fabián Campos se relaja, y comienza a detallar historias sobre cómo él vivió el 27F, las decisiones que tomó y cómo se comportaron su familia, amigos y colegas luego del terremoto 8.8 que afectó al centro-sur de Chile.
“Un desastre natural es un evento altamente estresante para la persona. En Chile, comparado con otros países que han sufrido desastres, como Tailandia o Indonesia, la recuperación post trauma fue más rápida, de acuerdo a investigaciones sobre el tema. Chile es un país expuesto a varios desastres naturales y es algo que se habla de generación en generación. Eso ayuda mucho, ya que sabes que un desastre es una posibilidad y hay que estar prevenido. Hablar de esta situación ayuda a desensibilizar a las personas y así cuando suceda no es algo extraño”, indica Mónica Medel, psicóloga de la UBB y postítulo en psicoterapia de alta complejidad.
El 27 de febrero del 2010, se produjo el tercer movimiento telúrico más grande de Chile tras los terremotos de Valdivia (1960) y Arica (1868). Con epicentro cercano a la costa de Cobquecura, remeció la región de Ñuble (provincia en ese tiempo) alcanzando en la zona la magnitud 8.3 en la escala Ritcher.
Fabián Campos se encontraba en Chillán esa mañana. Actual trabajador de Homecenter Sodimac Chillán, se desempeñaba como supervisor de cajas durante el verano del 2010. Aún no se explica por qué decidió ir a la tienda. “Se vino abajo completa. Se cayeron varios productos, los pasillos eran un desastre, el patio igual. Pero la paramos como en una semana y ahí empezamos a atender por la reja. La venta era sobre todo zinc, ampolletas, linternas, generadores, pilas. En un par de días ya no teníamos nada de lo esencial”, relata Campos. La apertura de la tienda significó disponibilidad de materiales para quienes habían sufrido pérdidas de inmuebles. “Gente de las comunas prácticamente se venían a desahogar acá. Me acuerdo que se ponían a llorar en la puerta, que se les había caído todo, las casas, era súper penoso el tema”, explica el trabajador.
Según la psicóloga Mónica Medel, “conversar la situación ayudó mucho a reparar. Post terremoto los vecinos salieron, conversaron sobre lo ocurrido y eso ayudó bastante”.
Tamara Valdebenito, trabajadora social y coordinadora de la Oficina de Protección de Derechos (OPD) de Chillán, relató: “me tocó realizar catastros en diferentes poblaciones, villas y campamentos, con el objetivo de tener información completa y precisa de la cantidad de damnificados y de la ayuda que se necesitaba entregar con urgencia; este trabajo lo hicimos por tres meses. Igualmente se les habilitó a los psicólogos del municipio un espacio en la explanada de lo que ahora es la Intendencia Regional, para que apoyaran emocionalmente a las personas y familias que requerían contención psicológica”.
El psicólogo, Eliot Brito sostuvo: “A nivel social, sigue generando un impacto. A 10 años encuentro que es positivo, porque se tomó mayor conciencia de lo que son las catástrofes. El chileno está más fuerte, vive con menos miedo, porque nos acostumbramos a los desastres naturales, generando menos impacto en la salud mental de las personas”.
Compra de productos de emergencia
Según relató Campos, los meses que siguieron la catástrofe hubo un peak de ventas en productos de supervivencia como los kit de emergencia, un producto creado luego del 27F que consiste en una mochila con linternas, pilas, botiquín de primeros auxilios y otras herramientas útiles ante desastres naturales. En la actualidad, esas mochilas se encuentran fuera de stock en la tienda, desde hace un mes y medio. FabiánCampos junto a sus colegas de Homecenter Sodimac coinciden: los clientes buscan productos de supervivencia solo cuando esperan que pase una catástrofe.
Aun así, el trabajador mantiene las linternas de toque (a pila) pegadas en las murallas de su habitación ante emergencias. “Quedan consecuencias en el estilo de vida, por ejemplo, ahora la mayoría de la gente circula sus vehículos con los estanques llenos, se compran más alimentos no perecibles, muchas familias tienen kit de supervivencia en caso de catástrofes”, explicó Brito sobre el efecto del 27F en la sociedad.
El sociólogo de la Universidad de Concepción, Rodrigo Roa, coincide: “Los principales cambios fueron la conciencia sobre los desastres naturales y su regulación y ordenamiento para enfrentarlos. Se reafirmó la identidad de ‘ser chileno’ que resiste y se levanta de las catástrofes. El tema comunitario tuvo un cambio que no perduró mucho. La organización y ayuda fue en los meses siguientes, pero con el tiempo se desvaneció y volvió a como era antes”.
Comunicación con vecinos
La comunicación con los vecinos fue fundamental para muchos chilenos, dada la necesidad de apoyo mutuo ante la falta de recursos y seguridad por los saqueos que afectaron al territorio. “Es llamativo el tema de los saqueos y la protección de los vecinos ante amenazas producidas por rumores. Eso se repitió ahora con el estallido social y habla de una conexión, de que esa reacción post 27F fue una especie de catarsis de algo que se estaba cultivando y nunca fue resuelto, y que ahora detonó definitivamente”, comenta el sociólogo.
“Un acontecimiento tan relevante logra generar una resiliencia en la sociedad en todo ámbito, tanto en las relaciones sociales, como en la infraestructura de las ciudades”, opinó Jorge Bustos, sociólogo de la Universidad Andrés Bello. Según el académico, la incertidumbre fue en parte uno de los factores que marcó el cambio en la sociedad: “(desear) saber de los más cercanos, generó mucha angustia”.
Tras el terremoto del 2011 en Japón, Facebook inauguró la herramienta “Estoy Bien”, la cual ante algún desastre, permite que se publique en tu perfil la frase como una notificación para tus conocidos de que te encuentras bien. Además, el Estado ha modernizado los sistemas de información disponibles aquel febrero. Todos están de acuerdo; esa noche Chile aprendió cómo ser resilientes a desastres naturales.
Texto: Catalina Pérez
Foto: LD