Chillán es una ciudad con gran cantidad de villas y poblaciones que se siguen expandiendo, muchas de ellas afectadas económicamente por la pandemia del coronavirus, donde se generó espontáneamente la organización vecinal en diferentes ámbitos.
El presidente de la Junta de Vecinos de población Luis Cruz Martínez, Juan Matamala, señaló que lo primero que planificaron fue una olla común. “Cuando apareció este famoso virus a fines de marzo, viendo las necesidades de la gente que ya empezaba a no tener los recursos que generaba para sobrevivir todos los días. En Luis Cruz Martínez hay harta gente vulnerable, donde el que vive el día a día ya le había empezado a atacar el hambre”, relató.
Y agregó que la iniciativa se había proyectado para dos meses, pero ya van a cumplir diez. Y a los tres meses recibieron ayuda de la Municipalidad y del Gobierno Regional que “nos presentó unos proyectos muy buenos que fueron favorables para la comunidad y mejoramos muchísimo lo que era la alimentación diaria de los vecinos y la tercera edad, que son los que más cuidamos en el sector”, recalcó Juan Matamala.
Mientras que desde la Villa Los Volcanes 3, el presidente de la Junta de Vecinos, José Cortez, comentó que la mayoría de sus vecinos tienen entre 70 y 80 años y que “estamos todos preocupados, cada cual encerradito en su casa. Y los que yo veo que están más complicados los voy llamando por teléfono y voy sabiendo como siguen”.
De la misma manera, en la Población Eliana González, con alta tasa de adultos mayores, la manera de comunicarse es por medio de la aplicación WhatsApp, según la presidenta de la Junta de Vecinos Los Álamos de esta población, Flor Orellana. Y agregó que “nos vamos comunicando con cosas que van pasando o algunas informaciones que mis vecinos necesitan”.
En ambos casos, se coordinan constantemente con los centros de salud familiar (Cesfam) respectivos, para la entrega de medicamentos y alimentación directamente en sus domicilios.
“Tuvimos una reunión con el director del Cesfam Isabel Riquelme, porque ése es el que nos corresponde; ellos están abiertos a recibir cualquier necesidad que nosotros tengamos”, aseguró Flor Orellana.
Sin opciones de refrescarse
Desde el 2012, las personas del sector oriente de Chillán podían sobrellevar las altas temperaturas del verano en la piscina municipal Sol de Oriente, ubicada al lado del Cesfam del mismo nombre.
Durante esta temporada el recinto de más de 4 mil metros cuadrados, con dos piscinas y una capacidad para recibir a más de 350 personas, ha mantenido sus puertas cerradas. Brunilda Rojas, presidenta de la Junta de Vecinos de la Villa Brisas del Ñuble, comentó que el panorama ha sido muy diferente al de otros años. “Nosotros vivimos justo atrás de las piscinas y siempre veíamos a los niños corriendo en traje de baño para ir a refrescarse, ahora es más difícil pasar el calor”, destacó la dirigente.
Además, el recinto municipal ofrecía clases de hidrogimnasia y natación para niños y adultos, pero todas las actividades se han suspendido a causa de la pandemia. “Era una distracción para la gente en verano, para los que no pueden o no tienen cómo ir a vacacionar a otras partes. Este año los chiquititos se tienen que bañar en las piscinas armables de sus casas y los grandes buscan cómo entretenerse encerrados”, aseguró Rojas.
Cuarentena y salud mental
El retroceso a fase 1 de las comunas de Chillán y Chillán Viejo obligó a la población a encerrarse por tercera vez en estos meses de pandemia, una situación que podría tener consecuencias para la salud mental, sobre todo, por ocurrir durante el verano.
Mauricio Mercado Aravena, psicólogo de la Universidad del Bío-Bío y magíster en Psicología de la Salud de la Universidad de Concepción, comentó que más que un desgaste propiamente tal de esta cuarentena, es una acumulación de esta experiencia que ha limitado el libre desplazamiento de las personas como también el poder compartir con los seres queridos.
Lo anterior puede evidenciarse en síntomas como: dificultades para conciliar el sueño, sensación de cansancio o una manifestación de nuestro pensamiento de como si ya nada importase.
“Nuestros vínculos emocionales se han visto trastocados y nosotros, al configurarnos como seres sociales, necesitamos de esa cercanía que ya no entrega la comunicación virtual. Las limitaciones del contacto físico, de la cercanía o de los abrazos han sido los que, debido a su ausencia, traen consigo la expresión de los problemas antes señalados”, aseguró el especialista.
Con respecto a que esta medida ocurra en verano, aclaró que desde que las personas ingresan a la educación formal el cuerpo adquiere el hábito de descansar o de hacer cosas en vacaciones. Es decir, estamos acostumbrados a realizar algún tipo de actividad, ya sea para distraernos o descansar durante esta época.
Sin embargo, debido a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19, estas actividades se han vuelto difíciles de realizar y con las cuarentenas las posibilidades se han reducido aún más. “Claramente este factor influye significativamente en el bienestar de las personas. No obstante, esta limitación como tal, quizás debe redefinirse. Tenemos que pensar que estar en cuarentena es por un bien mayor”.
De esta forma, el especialista destacó que esta medida debe entenderse como una acción benéfica colectiva, “indirectamente, estamos contribuyendo a que otras personas no se enfermen y, con esa acción, menos gente va a requerir una hospitalización o un ventilador mecánico”.
Texto: Ignacia Oyarce-Antonieta Henríquez