Es precisamente en tiempos de crisis cuando se exigen más respuestas de parte de las instituciones, y es por ello también que en esos escenarios quedan al descubierto sus debilidades.
En el caso chileno, la crisis sanitaria por el Covid-19, así como también el estallido social, pusieron de relieve el rol de los alcaldes, no solo por su capacidad de interpretar las necesidades particulares de los territorios que gobiernan, debido a su mayor cercanía, sino que también dejaron en evidencia las limitaciones que enfrentan para abordar problemáticas excepcionales, como una emergencia.
La opinión pública chilena reconoce la relevancia de actores locales, como los alcaldes y la propia comunidad (75% según Agenda Ciudadana Criteria) para combatir la pandemia y evalúa positivamente la oportunidad de su acción, junto al Colegio Médico. En cambio, cuestiona severamente al gobierno central.
No puede desconocerse que en una situación de este tipo se requiera una coordinación nacional, especialmente por la destinación de recursos, pero no puede implicar que las regiones sean desoídas. En 4 meses de pandemia, los ejemplos sobran, como también del ninguneo de la ciencia y particularmente de las mesas científicas regionales. La indiferencia en muchos casos ha sido grosera.
No debería sorprendernos el ninguneo centralista, pero el problema es que esta vez se nos puede ir la vida en ello. Literalmente. Una cosa es seguir repartiendo recursos desde Santiago, pero la realidad es que la pandemia se soluciona en los territorios, con su gente, sana y enferma y con sus gobiernos regionales y locales.
Especialistas en emergencias ya han mostrado las dificultades para una gestión eficiente y oportuna del Estado frente a los frecuentes eventos sísmicos y incendios forestales, dado la actual estructura centralizada del país.
Parte importante del problema radica en la existencia de modelos mentales y prácticas que están en la base y hacen operar instituciones nacionales dando respuestas estándar a problemas específicos y diferenciados. Sin embargo, una mayor profundización muestra la ineficiencia de las respuestas centralizadas. Porque resulta evidente que hoy la situación de la pandemia Covid-19 es muy heterogénea en el territorio nacional y, por tanto, exige respuestas focalizadas. De hecho, se ha visto que los países que han logrado sortear mejor esta pandemia son todos federales o tienen una alta autonomía regional.
Desafortunadamente, siempre se esquiva la discusión de fondo, sobre la necesidad de tener autoridades subnacionales más autónomas, desde los intendentes hasta los directores y directoras de los Cesfam, que si hubieran estado más empoderados, habrían contribuido a la detección temprana del virus, que es lo que hoy propone el Gobierno como solución a la deficiente trazabilidad que ha llevado a cabo en cuatro meses de pandemia.
En este contexto, ha reaparecido en el debate político la necesidad de profundizar el proceso de descentralización del poder y cumplir la agenda pactada con la ciudadanía para elegir el próximo año a los gobernadores regionales y entregarles sus primeras competencias.
Es importante que los chilenos seamos capaces de sacar lecciones de esta crisis, además del ámbito sanitario, también en materia de gestión de crisis y de coordinación entre las instituciones del Estado, donde el traspaso de atribuciones a regiones y comunas debe ocupar un primerísimo lugar.