La relación entre la opinión pública y la prensa es uno de los temas más debatidos de nuestro tiempo. Muchos piensan que la prensa es en buena medida responsable de los cursos caprichosos que sigue la opinión pública en su continuo devenir. Otros tienden a ser más optimistas acerca de esa relación y asumen que una prensa libre y responsable es un bien público, un bien que mejora la calidad de vida de cualquier sociedad.
La prensa escrita apareció en la historia a comienzos del siglo XIX. Desde el siglo XVIII se publicaban algunos diarios, pero con máquinas primitivas que no permitían tiradas de más de unos pocos cientos de ejemplares. En el siglo XIX se desarrolló la imprenta moderna, capaz de producir varios miles de copias en unas pocas horas. Así apareció el medio de prensa masivo.
En nuestro país, el hito fundacional se remonta 208 años atrás y lo constituye La Aurora de Chile, creada por Fray Camilo Henríquez, quien en su primer editorial declaraba los principios del periódico: “Tener incidencia en los menesteres del Estado como particulares para ser un país justo y crear entre todos la patria”.
Aquello se presentó como un quiebre importante entre la antigua tradición colonial y la nueva institucionalidad republicana que impulsaban los líderes de nuestra Independencia. Aquello se plasmó en los primeros textos constitucionales y posteriormente en un cuerpo legal aprobado en 1872, que consolida la libertad de prensa como piedra angular del régimen liberal republicano chileno.
Dos siglos después, en sociedades forjadas al alero de la comunicación digital que otorga a los ciudadanos la capacidad de generar, seleccionar y replicar noticias el panorama, todos sus actores compartimos una misma misión y responsabilidad, que es establecer muros de contención frente a la proliferación de noticias falsas, que buscan desinformar y manipular a la opinión pública, y que se vuelven cada vez más incontrolables, peligrosas e impunes.
Por lo anterior y al conmemorarse hoy el Día Mundial de la Libertad de Prensa, es oportuno hacer también un examen de conciencia para saber hasta qué punto estamos contribuyendo o no a mejorar la realidad social y a consolidar una sociedad cada vez más justa, más solidaria y mejor informada.
Conviene repasar una y otra vez las reglas éticas que la prensa independiente debe observar en toda ocasión: difundir solo la verdad; evitar el sensacionalismo y el sobredimensionamiento de algunas informaciones; mantener una adecuada separación entre el material informativo y la opinión; no servir a campañas orquestadas en función de intereses políticos mezquinos; respetar la privacidad y la intimidad de las personas; no caer en generalizaciones injustas al examinar las consecuencias de un hecho informativo.
Por supuesto, este mismo espíritu de autocrítica se los reclamamos a quienes, desde las funciones políticas y el poder económico, suelen caer en la tentación de presionar a los medios informativos, ya sea para silenciarlos o alinearlos con sus intereses. Quienes pretendan hacerlo deben comprender que amenazan uno de los principios esenciales del sistema republicano: el que protege la libertad de prensa, sin la cual no es concebible la democracia.