Señor director:
Hace algunos meses, la Sociedad Chilena de Lingüística (SOCHIL), fue convocada por la Convención Constitucional para que se pronunciara sobre la diversidad lingüística en nuestro país y su consagración política, en el marco de la redacción de una nueva carta magna.
Efectivamente, Chile es y ha sido un país multilingüe. Sin duda, el estado actual de las lenguas originarias (quechua, aymara, mapudungun, rapanui, kawésqar, yagán), es de preocupación académica, pero debería ser una preocupación nacional, pues en ellas reside el valor cultural e histórico de los pueblos prehispánicos. Por su carácter minoritario, sus hablantes han tenido que volverse bilingües por la fuerza, dado que el español no solo ha sido la lengua preferida, sino la oficial en la mayoría de los países hispanoamericanos. La preeminencia del español sobre otras lenguas ha llevado a un debilitamiento de estas, con el consecuente riesgo de que las futuras generaciones las olviden, producto del conveniente monolingüismo del que somos testigos en la actualidad.
El dilema actual no ha sido extraño en otras latitudes. El caso neozelandés, citado por la comisión ad hoc de SOCHIL, muestra cómo el respeto por la identidad cultural se manifiesta a través del reconocimiento de la lengua como vehículo de cultura y de actividad política. Sin embargo, debe estar acompañada de acciones de protección y divulgación, de modo tal que la revitalización contribuya a su mantención en el tiempo.
Estamos en un momento histórico, en que se están revisando las bases del Chile que queremos en el futuro. Sería una excelente decisión constitucionalizar el uso y fomento de las lenguas indígenas, lo que contribuirá a establecer nuestro país como una nación multilingüe y se hará justicia después de medio milenio de invisibilización. Así, estaremos cuidando el patrimonio cultural intangible más importante que tiene el ser humano: la lengua.
Dr. Miguel Bargetto
Dra. Marcela Cabrera
Académicos Facultad de Educación Universidad de Las Américas