La delincuencia, de acuerdo a las estadísticas, no ha tenido un aumento significativo si estas se examinan de manera global. Pero si se observan en detalle, los delitos han mutado de forma relevante, son más violentos y de mayor connotación pública, tales como los homicidios, los asaltos contra la propiedad y las violentas encerronas en el robo de automóviles.
Esto ha tenido como consecuencia un aumento significativo de la sensación de inseguridad, lo que da lugar a una serie de externalidades negativas, entre ellas el abandono del espacio público, con lo cual desaparece el control social, lo que acarrea consecuencias nefastas para la seguridad más tangible y real.
El pánico y la desesperación de la ciudadanía que no logra encontrar una respuesta consistente por parte de los líderes de opinión y actores públicos, genera una escalada de desesperanza e incentiva respuestas irracionales.
¿A qué se debe esto? Fundamentalmente, a que la discusión transita desde la politización de la misma a la discusión ideológica, pasando por la discusión sociológica. La de carácter político contingente hace que unos culpen a los otros de mano blanda, habitualmente este tipo de argumentos los utiliza la derecha. No hay que olvidar que Piñera salió elegido presidente la primera vez ofreciendo terminar con la puerta giratoria: “se acabó el recreo” amenazó, pero no logró nada, ni podía hacerlo, porque no dependía de él, fue un acto demagógico que solo le trajo réditos electorales, que era su objetivo.
La respuesta, normalmente de un sector de la izquierda, es ideológica: “la culpa es del modelo” argumentan. El abuso también es violencia afirman y se tiende a transformar a los delincuentes en víctimas, lo que es leído por la comunidad como mano blanda o cómplices pasivos que justifican la violencia y juegan al empate.
Finalmente, están los que “sociologizan” la discusión, los teóricos, por lo general académicos que buscan las causas de la delincuencia en las profundidades de las estructuras sociales de la sociedad y su devenir histórico.
Lo cierto es que ninguna de las tres da una solución a los problemas del aquí y ahora a la creciente violencia delictual. Tal vez el principio de una respuesta creíble y que genere confianza esté en que la discusión se “despolitice”, “desideologice” y “desteorice”, de modo que los fracasos o los éxitos de las medidas adoptadas sean compartidos por todos, sin recriminaciones ni cálculos mezquinos, porque si algo requiere el problema de la delincuencia es consenso y generosidad por parte de los actores públicos y líderes de opinión.
Parece perentorio que estos se sienten en una mesa a discutir, consensuar y proponer soluciones o medidas inmediatas contra la delincuencia y la violencia, incluida en ella el problema del terrorismo en la Araucanía, de modo de enfrentar unidos este flagelo.
La solidaridad, las aspiraciones de paz social y la seguridad ciudadana exigen generosidad y pragmatismo en esta hora y edad. Lo que no obsta que se examinen las causas estructurales del problema y se adopten medidas de mediano y largo plazo, porque en este tema el corto y el largo plazo son ámbitos que transitan por espacios diferentes y/o paralelos. En el escenario actual las tres D parecen ser la fórmula más eficaz.