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27 de febrero. 3:34 de la madrugada. 8,8 grados Richter. 2 minutos y 45 segundos. Números que por sí solos no dicen mucho, pero juntos resumen lo que fue el segundo terremoto más fuerte que ha sacudido al país, superado únicamente por el terremoto de Valdivia de 1960, el cual es el de mayor magnitud registrado en la historia.
14 años han pasado desde esa gran catástrofe, la cual hizo que Chile nuevamente tuviera que levantarse, pero no sin antes aprender de lo sucedido, asegura Juan Carlos de la Llera, exdecano y académico de Ingeniería UC.
“Cada vez que hay un terremoto, existen grandes aprendizajes. No existe una prueba más fidedigna de cuál es el nivel respecto a la ingeniería, a la construcción, a los estándares a nivel nacional que un terremoto, y cada terremoto por sus características descubre cosas nuevas”, explica el académico. La magnitud de los movimientos superó lo considerado por la normativa chilena de construcción, teniendo que establecer estructuras más resilientes, muros más resistentes y caracterizando los suelos en que se construye, además de la creación del Sistema Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres en 2021.
El desarrollo de edificaciones con protección sísmica ha sido la principal línea de investigación de Juan Carlos de la Llera, siendo reconocido por la Academia Nacional de Ingeniería de Estados Unidos (National Academy of Engineering) este año. La tecnología ayuda a mitigar en hasta 10 veces los efectos del movimiento telúrico gracias a los aisladores y disipadores de energía que reducen el impacto y la deformación en las estructuras.
Desde que se está usando este sistema han aparecido nuevos dispositivos y técnicas. Uno de los temas que más ha desarrollado el académico es la reducción del costo de los sistemas de protección sísmica para poder incorporarlos en viviendas sociales.
“Hoy día ya existen técnicas que no existían en el 2010 para poder aislar sísmicamente viviendas de más bajo costo. De manera que el desempeño es prácticamente el mismo, pero el costo de los dispositivos es un tercio o la mitad. Creo que todavía hay mucho por avanzar en bajar costos, en producir todavía eficiencia dentro de los dispositivos que estamos generando, pero estamos casi en el nivel de que se pueda utilizar desde la vivienda unifamiliar hasta la estructura o el edificio más complejo que tenga el país”, explica el académico.
Las consecuencias del tsunami
El mega sismo, con epicentro en la costa sur del Maule, frente a Cobquecura, generó un tsunami que azotó las costas chilenas, desde Navidad, en la región de O’Higgins, hasta Tirúa, en la región de Biobío.
“El tsunami sí que es un proceso de la naturaleza huérfano en nuestra legislación. Gran parte de nuestros asentamientos humanos costeros experimentaron algo que nadie vio venir, se inundaron escuelas, se inundaron viviendas sociales, usos residenciales, fábricas, etc. Todo lo que estaba en la costa se había construido por décadas en zonas de peligro de inundación”, comenta Marcelo Lagos, académico del Instituto de Geografía UC.
En los últimos años, Chile ha experimentado tanto terremotos como tsunamis. Luego de la catástrofe de 2010, el 11 de marzo de 2011 un tsunami llegó a las costas chilenas provocado por el terremoto en Japón; el 1 de abril de 2014 hubo un terremoto de magnitud 8,2 y posterior tsunami en Iquique; el 16 de septiembre de 2015 hubo otro terremoto con tsunami de 8,4, en Illapel, región de Coquimbo.
El uso de señaléticas que indican las zonas de peligro, de seguridad y las vías de evacuación en las áreas costeras, el Sistema de Alerta de Emergencia (SAE) – mensaje que llega directamente a los celulares de las personas que se encuentran en zonas de riesgo de tsunami, sismos, erupciones volcánicas e incendios forestales – son algunos de los avances en materia preventiva que se han aplicado.
Además, la cantidad de sismos y tsunamis que ha sufrido el país ha provocado que las comunidades hayan desarrollado conductas de autocuidado y que sepan cómo reaccionar frente a casos de emergencia. “Hay una comprensión, una percepción del peligro mejor que lo que ocurría en el 2010”, asegura el académico.
Según Marcelo Lagos, se han hecho grandes avances en implementar la tecnología para crear sistemas de evacuación y de alerta temprana, pero en estos 14 años aún no se logra abordar la construcción de infraestructura crítica y residencial en zonas de peligro.
“El problema de fondo es evitar que se siga densificando con infraestructura crítica y uso residencial zonas en peligro. El poder de lo inmobiliario y la falta de comprensión del riesgo en general, por parte de autoridades, políticos y la comunidad en general, hace que rápidamente seamos una sociedad que olvida. Los aprendizajes después del 2010, después del gran tsunami de 2014 y de 2015 en Illapel, no han logrado permear la política pública que le da garantías de habitar territorios dignos y seguros”, enfatiza el geógrafo.