Jaime García rompe en llanto cuando recuerda la historia de resiliencia de su preparador de arqueros y amigo, Ricardo Carrillo.
“Es que su historia la deben escuchar y aprender de ella. Me pone orgulloso”, confiesa emocionado el “Búfalo”, en el conversatorio: “Fútbol: Experiencia para la vida”, organizado por Inacap Chillán.
“Jaime me rescató, ha sido como un padre para mí y todos los del cuerpo técnico”, revela Carrillo, uno de los protagonistas de las desconocidas y conmovedoras historias que identifican a los integrantes del cuerpo técnico de Ñublense.
[bg_collapse view=”button-orange” color=”#4a4949″ expand_text=”Leer más” collapse_text=”Menos” inline_css=”width: 100%” ]De las drogas al sueño
Ricardo Carrillo, nativo de Cerro Navia, soñaba con ser futbolista profesional, para sacar de la pobreza y el maltrato a su madre.
“Mi padre era alcohólico, le pegaba a mi madre. Vivir en Santiago es difícil. Yo viajaba horas para ir a entrenar, siendo testigo de asaltos, a veces sin comer, pero después me olvidé de todo lo que le prometí a mi madre y me fui por el camino de las drogas, el alcohol, el mal camino”, evoca Carrillo, quien tras estar sumido en un túnel, encontró en el fútbol una salida.
Truncada su carrera como arquero, hizo un curso de preparador de arqueros para trabajar en escuelas donde le pagaban poco. También se las batía con su esposa como vendedores ambulantes en plena calle, hasta que su hijo, también arquero, tuvo una opción en La Serena y partieron todos con él a buscar una nueva vida.
En la Región de Coquimbo, como vendedor ambulante, conoció a Jaime García, que le compraba maní y le tiraba las monedas al aire, las que Carrillo tomaba casi volando como arquero. “Tení dotes de arquero”, le dijo García y Carrillo le contó que tenía un curso de preparador de arqueros. El “Búfalo” lo invitó a trabajar en La Serena, donde dirigía y desde entonces no se han separado.
Gracias al apoyo de García y su nueva vida profesional en el fútbol, su esposa terminó la enseñanza media y ahora estudia administración de empresas. Su hija estudia derecho y su hijo trabaja en Masisa.
De utilero a PF
La historia del preparador físico chillanejo Claudio Muñoz está plagada de esfuerzos.
“Cayito” hacía su práctica en un supermercado, tras egresar de preparador físico de Inacap Chillán, con muchas dificultades económicas, cuando le ofrecieron trabajo en Ñublense como utilero. Luego, dirigió a la sub-8 y sub-9.
“Recuerdo que me llevaron a un Mundialito sub-15 y yo juraba que ya sería el preparador físico, pero no, seguía como utilero. Me costó mucho. Yo vengo de abajo y pasé por todo en el club. Cuando llegó el ‘profe’ me dio la oportunidad de seguir en su cuerpo técnico, me dio la confianza y lo agradezco”, reflexiona Muñoz.
Su compañero de área, Víctor Olmedo, cuenta que se fue de San Antonio a Santiago a estudiar “sin un peso, sin nada”. Cumplió sufriendo su sueño, comenzó en Palestino y cuando estaba en San Antonio, recibió el llamado de Jaime García, que lo invitó a ser parte del staff técnico de Ñublense.
Ayudante por casualidad
Diego Santelices, actual ayudante técnico de Ñublense, trabajó en un colegio, pero su amor era el fútbol. Mientras grababa un entrenamiento de Santiago Morning, Jaime García le pidió que fuera su ayudante técnico.
“Me preguntó si quería ser su ayudante, porque no tenía, le dije que sí y nos repartimos la cancha entre delanteros y defensas”, narra.
Jaime García aplaude las historias de esfuerzo de sus compañeros, en las que se refleja.
“Yo cuando estudié en el INAF tenía que andar pidiendo algo para comer, porque era de Cartagena y teníamos clases en Santiago. Tenía tres jeans, tres poleras, pero hartos calzoncillos. También estuve perdido un tiempo con malas juntas, por eso todo lo que viví, lo que sufrí, hoy es mi inspiración”, revela García.
“Todos hemos pasado historias sufridas. Jaime es como nuestro papá y cuando nos mandamos una cagada nos dice, ya puh corten el webeo”, sentencia entre risas, Ricardo Carrillo.
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