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Chile se encuentra remecido por las multitudinarias manifestaciones por las demandas sociales. El movimiento ciudadano se ha hecho sentir en las calles para dejar claro el descontento que reina en las personas y a la espera de señales claras y concretas del Gobierno para salir de esta crisis.
Los ñublensinos no se quedaron de lado y se han tomado las calles, por ocho días consecutivos, con multitudinarios encuentros, cansados de las desigualdades que se viven en el país y de los privilegios a los que solo unos pocos tienen acceso.
El sistema de pensiones, la educación, la precariedad de la salud, colusiones entre empresas, el alto costo de la vida son tan solo algunas de las deudas sociales.
Pensión
Mario Gacitúa, de 65 años, vive en la capital de la Provincia de Diguillín. El pasado 30 de septiembre se acogió a retiro tras desempeñarse durante 41 años como auxiliar de servicio en el Hospital de Bulnes. En su fondo de pensiones acumuló un total de $40 millones 400 mil pesos.
“Estoy desde el 1 de octubre con mis trámites listos para la pensión. Esta semana recibí mi primer sueldo de $138 mil, me hacen un descuento de casi $10 mil para seguir imponiendo en salud, en definitiva, voy a recibir $128 mil de pensión mensual”, explicó.
Para Gacitúa, el estar jubilado no significa descansar tras haber trabajado por muchos años, pues la pensión le imposibilita llevar una vida como estaba acostumbrado. En los últimos años su salario osciló entre $550 mil y $640 mil, más los incentivos que recibía cada tres meses por parte del Servicio de Salud y ahora esto se redujo a recibir $128 mil cada mes.
“Voy a descansar hasta el mes de diciembre y después voy a buscar en qué trabajar porque afortunadamente mi salud está buena. Los $128 mil no me van a alcanzar para vivir, tengo que pagar la luz, el agua y las cosas que hay que comprar en la casa para la alimentación”, dijo.
“Voy a tratar de vivir mi nueva vida de júbilo como dicen, pero de júbilo no tiene nada, solamente es una pensión. La palabra jubilado viene de júbilo que significa alegría, pero no la vamos a tener”, añadió.
El extrabajador del Hospital de Bulnes recalcó que fue precavido y evitó llegar a la jubilación con deudas. “Si hubiese tenido deudas, no hubiera tenido con qué pagar y al final me embargarían todos mis bienes”, indicó Gacitúa.
Salario
Dos años recibiendo salario mínimo tiene la chillaneja Rosa Sandoval, de 46 años, quien trabaja como mucama en un hotel de la ciudad. El sueldo mínimo en Chile se ubica en $301 mil.
Rosa, para poder cubrir los gastos habituales que demanda su hogar se las ingenia buscando otros ingresos. “El sueldo nunca alcanza, pero igual uno se acomoda. Mi pareja me ayuda y yo hago otras pegas por otros lados en los días libres. Trabajo haciendo aseos en casas, a veces trabajo en banquetería o como garzona”, destacó.
Vive con su marido, una hija de 11 años, un hijo de 24 años y su nuera que estudia Técnico en Educación Diferencial. Cada integrante de la familia aporta en la medida de sus posibilidades.
Aunque el Presidente Sebastián Piñera anunció esta semana un ingreso mínimo garantizado que se ubicará en $350 mil, Sandoval considera que no es suficiente. “Siempre sube la luz, el agua. Suben todas las cosas y el sueldo igual no alcanza”, puntualizó.
Del mismo modo, califica como insuficientes las medidas de la Agenda Social anunciada por el Ejecutivo, pues opina que no tocan la problemática a fondo y no incluyen las demandas fundamentales exigidas desde años por los chilenos.
Salud
Miluska Santos es uno de los tantos ñublensinos que sufre fibromialgia y que exigen una ley que le otorgue reconocimiento oficial en Chile a esta enfermedad invalidante, caracterizada por un dolor muscular crónico de origen desconocido.
Desde inicios de octubre la agrupación “Fibrounidos & Amigos Chillán” lucha por una ley de fibromialgia. En ese entonces, reunían firmas con el fin de que conseguir apoyo del Estado y un tratamiento adecuado, ya que quienes padecen esta enfermedad deben someterse a muchos exámenes y enfrentan la falta de especialistas como reumatólogos, lo que complica su atención oportuna.
“En 2013 comencé con todas mis molestias y solicité licencias médicas, no sabía qué tenía, después volví a trabajar y seguía con los mismos síntomas, cada vez más intensos. Hasta que al final, una clienta siquiatra me dijo que podría tener fibromialgia, que me podía ver para una licencia, y que viera un reumatólogo. Todo eso lo hice en su momento en forma particular, fui a Santiago a la clínica Las Condes, donde me sometí a muchos exámenes para poder llegar a determinar recién el 2014 la fibromialgia”, detalló.
Agregó que “pasé diversos tipos de exámenes y médicos, que te atendían pésimo. Un inmunólogo acá nunca me pidió exámenes, cuando se los llevé nunca me atendió, y yo le estaba pagando por lo demás en forma particular. Hay muy poca empatía con alguien enfermo”.
Hace un año cambiaron las condiciones laborales para Miluska, porque tuvo que cambiar de Isapre a Fonasa. Cuenta que con el sistema público no ha podido avanzar mucho con su enfermedad por lo que buscó otras alternativas para sus dolores, a través de la Fundación Daya. Sin embargo, desde que el Instituto de Salud Pública bloqueó la producción de medicamentos en base a cannabis sativa, se encuentra preocupada
“Como esta enfermedad no está incluida en el Auge o no está catalogada como enfermedad propiamente tal, no tiene código, entonces terminas atendiéndote y el siquiatra te da la licencia y te da el tratamiento con sicotrópicos que son inhibidores del dolor, pero a mí me hicieron mal. Estuve un año, pero al final como los sicotrópicos lo dan por el Auge, me los pasaron por una depresión mayor, para que yo pudiera obtener medicamentos, porque además éstos son caros”.
Educación
La chillaneja Camila Jara (22) es estudiante de sexto año de Medicina Veterinaria y ya sabe que una vez que salga de la universidad tendrá que pagar una deuda de más de 12 millones de pesos por solicitar el Crédito con Aval de Estado (CAE).
Es hija de médicos veterinarios, quienes lograron cancelar el primer año de la carrera, sin embargo, el segundo año la mochila se puso más pesada, por lo que no tuvieron otra alternativa que recurrir al CAE, es decir, al sistema estatal que utiliza a la banca como prestamista.
“Cubre el arancel referencial, que son $2 millones 900 mil y la carrera sale $3 millones 900 mil aproxima-damente, así que todos los años tenemos que pagar un millón sí o sí. Este último año, la carrera subió a $4 millones 400 y el CAE sigue cubriendo el arancel referencial, así que este año vamos a tener que pagar 1 millón 400 mil pesos”, detalló.
Una realidad que no deja de preocupar a esta joven considerando que el sueldo promedio para un egresado de Medicina Veterinaria llega a los $450 mil, enfatizó.
“Es súper poco, comparado con los $12 millones que voy a quedar debiendo el año que me queda y eso que soy de las beneficiadas que vivimos en el lugar donde estudio, no tengo que pagar arriendo, ni comida, por decirlo así”, comentó.
Agregó que “lo máximo que te pueden exigir es el 10% de tu salario, o sea, son 40 mil pesos mensuales, más lo que sacan de la AFP, más todos esos gastos que sacan sí o sí. A los 15 años recién me van a condonar el CAE si lo pago siempre. (Gratuidad) no se puede, porque mis papás ganan lo suficiente, pero tampoco, pueden pagar una carrera entera”, sostuvo.
Colusión
Portezuelo es denominada la cuna del vino chileno y es conocida por sus cepas patrimoniales. Bernardo Escares vive en el sector de Chudal y de su padre, quien falleció hace dos años, heredó esta actividad que hoy se enfrenta a una crisis por el bajo precio de la uva que imponen los poderes compradores.A pesar del poco dinero que deja la uva, Bernardo no se rinde. Es así como tuvo que conseguir otro trabajo en una empresa de arándanos para complementar sus ingresos y así conseguir el sustento necesario para mantener su hogar.
“Prácticamente el pequeño viñatero, como yo, es afectado completamente por el precio que llevó la uva, y qué voy hacer con esa plata, para comprar mis productos no me alcanza. Además, soy un trabajador con un sueldo mínimo, tengo que mantener mi hogar y esperando que esa producción de uva sea buena, ojalá trabajando todo el año, y llega el momento en que la cuestión está mala, estamos mal. Este año el kilo de uva estuvo a $60 y eso es bajísimo”, sostuvo.
A sus 54 años, Bernardo ya se siente cansado y ve con impotencia el escaso valor que otorga el mercado al intenso trabajo que realiza en las 2.500 vides que cultiva todo el año, utilizando insumos caros, para aumentar la producción y calidad.
“Espero que ojalá esto cambie, y le suban un poco más el precio a la uva para poder sacar platita de ahí y poder pagar los insumos, porque son muy caros. Yo necesito azufre, mezcla, salitre y todo eso está carísimo, y tengo que ir a comprar a Chillán. Esos insumos me sirven para aumentar la producción y evitar enfermedades”, explicó.
Aún así el viñatero ñublensino no baja los brazos y espera que las manifestaciones pací-ficas en el país logren revertir esta realidad para que el rubro se levante.
“El año pasado tuve un gasto de más de $200 mil en la uva y saqué como $300 mil, nada. El trabajo lo hago yo, si yo le pagara a alguien, no me quedaría nada. Es sacrificado y tengo 54 años y ya siento el peso del trabajo, termino mis horas en la empresa y llego a mi casa para seguir trabajando en mi viñita, para que dé más, con la esperanza de que el precio de la uva sea un poquito mejor”, señaló.