Señor Director:
Algunas autoridades denotan una propensión a usar mañosamente el lenguaje o, si se quiere, distorsionar las realidades a las cuales se refieren. Ejemplos ilustrativos de esta inclinación son las recientes declaraciones de la canciller y la ministra vocera de gobierno sobre la
situación que se vive en Perú. La primera aseguró que el expresidente Pedro Castillo “no es un golpista”, mientras que la
segunda planteó que “… no respetó todas las normas constitucionales”.
En realidad, esta última afirmación no aporta nada nuevo, todos sabemos que no cumplió las normas, son palabras banales. Y el sujeto que impulsa una subversión del orden constitucional de esas características, independiente de que tenga éxito o no, es un golpista.
Otra cosa son la razones que tuvo para emprender esa acción, sobre las cuales seguramente las citadas autoridades tienen su particular opinión, pero es nítido y palmario que lo que hizo se encuadra técnicamente en ese concepto, de eso
no hay ninguna duda. Esto es tan absurdo como pretender que el que comete un robo sólo no respetó todas las normas penales y, por lo
mismo, no es un ladrón. Entonces, hay aquí una pretensión de distorsionar los hechos mediante el empleo alambicado
del lenguaje y la reticencia a llamar las cosas, o los hechos, por su nombre. Es una manera sutil, pero muy real e incluso eficaz, de tergiversar la realidad.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Abogado
