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Señor Director:
La Arqueología, ciencia que estudia la relación entre cultura material y comportamiento humano ha llegado a ser confundida con muy diversas y contradictorias ocupaciones en la cultura de masas. De ello se deriva, en parte, el sitial entre las más atractivas y “románticas” disciplinas científicas de nuestro tiempo, pero también la desatención de sus objetivos sociales. La arqueología está lejos de ser la ficción donde un profesor que deja su oficina para aventurarse en paisajes exóticos para recuperar reliquias de pueblos preindustriales perdidos y descifrar sus misterios.
Lamentablemente, los contrapesos a estas imágenes son muy pocos. Ni nuestro pasado remoto ni el patrimonio cultural son materias que se abracen con decisión en la educación primaria y secundaria de nuestro país. Al igual que la filosofía, la educación cívica y la historia, las ciencias sociales y humanas han perdido fuerza como pilares de nuestro bienestar colectivo en detrimento de las ciencias naturales, tecnología, ingeniería y matemáticas. Debemos celebrar por ello la multiplicación de departamentos de antropología y arqueología en Arica, Santiago, Temuco y Puerto Montt cuando hasta hace una década no existía más que uno. El interés que genera el estudio de pueblos, naciones y estados prehispánicos y las transformaciones generadas por la expansión europea colonial en el siglo XV-XVI y las migraciones en los siglos recientes, fortalecen entre las nuevas generaciones la comprensión de nuestra identidad pluricultural.
La función social que cumplen disciplinas humanas o sociales, como la arqueología, respecto de la comprensión de nuestros orígenes y nuestras relaciones presentes es clave para nuestra cohesión y el reconocimiento de nuestra diversidad. De allí que minimizar su estudio en la educación básica y media, aumenta las posibilidades de manipulación u omisión deliberada como han demostrado las catástrofes generadas por los nacionalismos y fundamentalismos lo largo del siglo XX.
Quizás la incomodidad y temores que genera en nuestro propio país reconocer nuestra compleja y diversa historia milenaria, sus implicancias territoriales, jurídicas e identitarias, se deba a que hace algún tiempo fueron conscientemente apartadas las ciencias del pasado de la formación elemental de ciudadanas/os que participan del debate público y que hoy deben tomar decisiones trascendentes para nuestro presente y futuro.
Simón Urbina A.
Escuela de Arqueología Universidad Austral de Chile