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Señor Director:
Desgraciadamente, son tiempos de llorar. Nadie ha quedado indiferente ante las trágicas consecuencias de los incendios que han afectado nuevamente a nuestro país, ni siquiera en el ámbito internacional.
Con 120 muertos reconocidos y 300 desaparecidos no puede ser menor la preocupación y debe tener el mismo efecto en nuestras autoridades como en sus familiares y amigos, esperanzados en que “algo” pueda haber ocurrido y que sólo les impide comunicarse, pero sin mayores consecuencias. Dios quiera sea así.
En el tema, la prevención, debemos reconocer que las autoridades, por fin, estaban preparadas con los recursos que permitieran responder de inmediato a la situación, pero, indudablemente, nadie está en condiciones de asegurar que la respuesta será suficiente y efectiva.
En ese plano, era muy difícil prever el caótico escenario de terror, destrucción y muerte que llegó, cual tsunami, a asolar ciudades enteras y bosques, con la infernal consecuencia de todos conocida. No obstante, y si bien es cierto que la naturaleza alinea los elementos de riesgo, no podemos dejar de lado que se está volviendo frecuente el hecho de que la mano del hombre ya no es un factor aislado, como antaño. Antes, los pirómanos se hacían famosos por el sólo hecho de encender un fósforo y quemar un potrero o una casa.
Hoy, quienes provocan incendios ya no son víctimas de una patología mental, sino ideológica. Si bien no hay preparación suficiente en cuanto a respuesta, con inteligencia sí es posible anticiparse a la acción que ha enlutado a todo el país.
Freddy Blanc Sperberg
Consejero Nacional PRCh