Una vez que China difundió el código genético del Covid-19, en marzo pasado, se inició una verdadera carrera en distintos países del mundo por desarrollar la vacuna, y ayer, justo cuando se superaron los 50 millones de casos detectados y se registraron 1.252.000 muertes, la farmacéutica Pfizer y su socio alemán Biontech anunciaron que su vacuna es eficaz en un 90%, muy por encima de las expectativas de los organismos reguladores y también de la comunidad científica.
En las pruebas han participado 43.538 personas de diferentes lugares del planeta, de las cuales solo 94 se infectaron. “Se ha alcanzado un hito crítico cuando el mundo más lo necesita “, afirmó el presidente y director ejecutivo de Pfizer, Albert Bourla, quien confirmó que las pruebas continuarán hasta registrar más de 164 casos de contagio entre los participantes en el ensayo y así precisar aún más la tasa de efectividad, en rangos de edad que van desde los 18 hasta los 85 años.
Los científicos han reaccionado con un contenido optimismo, por carecer de los datos necesarios para hacer una evaluación más rigurosa. De hecho, aún no se sabe cuánto tiempo dura la inmunidad que proporciona, a qué tipo de población protege, y si funciona con los más vulnerables o va a hacer falta para ellos otra formulación.
No obstante esas y otras tantas interrogantes, hay bastante coincidencia en que se trata de una doble buena noticia: primero porque un candidato a vacuna de coronavirus demuestra esta alta efectividad y luego por la novedad del modelo utilizado, pues se trata de RNA mensajero (información genética) en nanopartículas lipídicas, algo que no se había usado y que de alguna forma valida su potencial para otras enfermedades.
Básicamente, se trata de una molécula que induce a las células a producir anticuerpos neutralizantes del covid-19. El problema es que son muy sensibles en su transporte y se destruyen con facilidad. Sin embargo, el descubrimiento que hizo Pfizer les da protección. Esas son las nanopartículas lipídicas, un envoltorio que recuerda a membranas de las células y que cuando entran en contacto con éstas, por ese parecido, se fusionan y liberan la información genética que alerta al sistema inmune para responder al coronavirus.
No cabe duda que este anuncio cambia la perspectiva de la lucha contra la pandemia. Probablemente sea el principio del final, pero no el final. Una vacuna hay que producirla y distribuirla por el mundo. La compañía ha dicho que este año puede producir 50 millones de dosis, o sea 25 millones de personas inmunizadas porque se necesitan dos inyecciones, y en 2021 hasta 1.300 millones, bastante lejos de las 15.000 millones de vacunas que necesita la humanidad. La respuesta lógica sería el licenciamiento y la subcontratación, pero hay que preguntarse si realmente existen las capacidades para una rápida masificación. No olvidemos que se trata de una tecnología nueva, que no se había empleado antes.
La de ayer fue una excelente noticia que aporta esperanza a las personas y optimismo a los mercados, pero hay que ser realistas y admitir que los primeros de la fila serán los países ricos y quizás, en los siguientes nueve meses, el resto del mundo, de modo que para nosotros recién estaría disponible a fines del próximo año y más probablemente en 2022.
Es evidente entonces que como el virus no se irá, y que con suerte tendremos una vacuna el segundo semestre de 2021, no queda otro camino que cumplir los protocolos sanitarios y adaptar la vida a la amenaza permanente del covid-19.