Señor Director:
A medida que inicia un nuevo año, es bueno recordar que la COP27 de 2022 volvió a debatir el rol de las empresas en los esfuerzos de sustentabilidad y las llamadas “finanzas verdes”. Pero si éstas fueran “solamente verdes”, generan un problema.
Una metáfora la proporciona el villano Thanos de la saga Avengers: preocupado por la sobreexplotación de recursos naturales, buscaba reducir a la mitad la población de cada planeta para restaurar el equilibrio. En la realidad, la disyuntiva es me- nos radical, pero similar: ¿podría una empresa recibir fondos verdes si, mientras reduce su emisión de gases de efecto invernadero, utiliza trabajo forzado o infantil, o arriesga de sobremanera la vida de trabajado- res/as, como parece haber ocurrido en construcciones para el mundial de la FIFA en Qatar?
Para cada vez más empresas y países en el mundo, la respuesta a esta pregunta es no: los temas de derechos humanos se han incorporado en la sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza (ASG). La Unión Europea exige “garantías mínimas” de DDHH para que una firma reciba financiamiento verde, y el programa ONU para el Medioambiente espera que los inversionistas nieguen financiamiento a empresas “verdes” que incumplen derechos laborales básicos.
Es justamente el respeto a los DDHH el que garantiza la visión de largo plazo de los esfuerzos en la comunidad, en la empresa y en la legislación, elemento a reportar a la CMF a partir de 2023, si la empresa se rige por sus normas.
Ya no bastará con ser verde: también hay que ser social y respetuoso de los DDHH. Hoy, Thanos no podría llamarse “verde”, y no sería merecedor de financiamiento de los inversionistas sustentables del mundo.
Germán Rubio B. / Judith Schönsteiner Académicos de la UDP