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La reinvención de tres suplementeros chillanejos en su lucha por sobrevivir

Mauricio Ulloa

La antigua tradición suplementera atraviesa días complejos, luego que dejaran de circular en papel una serie de diarios, revistas y semanarios, afectando el principal sustento del rubro.

Se han visto en la obligación de reconvertirse y ofrecer en las calles otros artículos que permitan seguir con sus kioscos activos.

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Hace 20 años la chillaneja y vecina de Ultraestación, Patricia Maureira Bueno, asumió las riendas del kiosco heredado de su padre, quien sufría al ser víctima de delincuentes que lo esperaban para robarle la recaudación diaria. En la actualidad la situación no ha cambiado mucho: sigue siendo ahora ella la afectada por los robos en su habitáculo ubicado en Arauco con El Roble. Cuenta que hace unos días delincuentes se llevaron una mochila con considerable suma dinero que tenía para pagar la máquina de café que adquirió para su negocio, además de otras deudas del mismo.

“El año pasado, cuando comencé a abrir me robaron cuatro veces en el año, rompieron la puerta y todo, por lo tanto, tuve que reforzar, porque me robaron todo lo que pillaron. Siempre ha habido robos en los kioscos, porque hay poca vigilancia también. Yo pienso que nadie vigila en la noche. Yo he llegado acá y he encontrado todo abierto. Aquí a casi todos les han abierto los kioscos”, comenta.

Si bien esas experiencias dejan un gusto amargo para el trabajo de suplementera, hay otras que le recuerdan que valen la pena seguir adelante en el rubro. Patricia asevera que su trabajo le ha permitido tener una conexión especial con la gente y educar a sus tres hijos, hoy dos ingenieros y una enfermera.

“Es bonito, porque uno conoce mucha gente, conversa con quién va pasando. El kiosco es un lugar para conocer gente, pasan muchos a preguntar dónde queda tal lugar o el mercado, preguntan qué puedo visitar en Chillán. Entonces, es un punto donde se conoce gente, donde pasa el turista. Hay que saber todas las direcciones, somos un punto de referencia”, valora.

Los “años de gloria” del kiosco “Disney” los vivió su padre en el pasado, con la venta masiva de diarios y revistas. Hoy, en cambio, ella reconoce que la actividad se ha visto resentida por la irrupción de las tecnologías digitales que han mermado la impresión de los mismos. Sin embargo, existe resiliencia para incursionar en otros artículos de interés para sus clientes, como confites, bebidas y café.

“Antiguamente era muy bueno el kiosco. Cuando mi papá estaba se vendía mucha revista de afuera, de España y Argentina. Se vendían también las tarjetas para Navidad, pero con la tecnología cambió totalmente todo, porque empezaron a bajar las ventas y ahora con la pandemia fue peor. Resulta que ya varios diarios no salen. La misma Discusión ya es digital, mucha gente todavía la echa de menos, sobre todo la gente más antigua, a la que le gusta leer, la que no está acostumbrada al computador y a la tecnología, y también revistas que no llegan”, recalca.

Para esta suplementera la pandemia fue un remezón para el rubro, que debilitó aún más las finanzas. “Sufrimos como suplementeros, porque muchos tuvimos que cerrar por obligación para no contagiarnos, al principio estuvo muy complicado, pero algunos trabajaban. Yo tuve que cerrar, nos vimos complicados porque no generamos nada y no teníamos ayuda de nadie. Con los bonos que empezaron a llegar nos arreglábamos solamente para subsistir”, sostiene.

De cara al futuro, Patricia tiene esperanzas de optar a una remodelación de su kiosco que les permita mejorar las condiciones laborales para enfrentar las inclemencias del clima y el temor a la delincuencia.

“Ojalá podamos cambiar, mejorar las condiciones de los kioscos, que estén más resguardados, más firmes. Eso es lo principal para trabajar bien, tener un kiosco de mejor calidad, más grande, porque como ustedes ven es demasiado chiquitito. Si fueran más grandes trabajaríamos mejor y a lo mejor podrías poner algo más para poder salir adelante”, anhela.

“Le han puesto pistolas en las costillas”

A metros de Patricia se encuentra el kiosco “El maestrito”, donde trabaja Richard Alarcón y su madre Sergia Vera. Fue uno de los primeros en vender diarios y revistas en el centro de Chillán, hace 50 años, bajo el mando de su padre.

Richard, quien es vecino de Santa Elvira, comenta que lleva cerca de 30 años en el negocio del cual se siente orgullo.

“Es una experiencia bonita, enriquecedora, porque se conoce todo tipo de gente, desde el lustrabotas hasta los políticos, pasa de todo por aquí. Es bonito el rubro”, valora.

Sin embargo, no todo ha sido felicidad. En el día a día ha tenido que lidiar con la pandemia y la delincuencia.

“Se sintió la pandemia, para poder sostenerse algunos colegas no cerraron. Yo estuve cerrado dos semanas, pero después seguí trabajando y gracias a Dios bien. Tuvimos el virus, pero pasó suave”, comenta.

También ha enfrentado la delincuencia. “Abrieron el techo, pero gracias adiós afuera, no adentro. Me han cortado los candados, más que nada daños, no pérdidas. No han entrado, pero a otros colegas le ha tocado fuerte, le han puesto pistolas en las costillas, a otros les han sacado todos los cigarros”, lamenta.

Por estos días el nuevo texto constitucional impreso ha sacado cuenta alegres a Richard. En contraposición a los diarios, donde hoy solo hay cuatro en circulación papel.

“Ahora la propuesta constitucional se ha vendido como pan caliente, ha estado buena la venta. Ese ha sido el producto estrella ahora (…) En este momento se venden 70 diarios reuniendo todos los que salen, pero antiguamente se vendían entre 300 y 500 en la época que era bueno. ) Eso sí se echa de menos, porque el Internet ha matado todo, revistas ya no llegan. Son pocos los productos que llegan y a la gente le gusta la parte impresa y La Discusión se echa de menos, porque sin ustedes ahora están saliendo tres o cuatro diarios y por LD siempre preguntan todavía”, valora.

La reconversión de la actividad fue necesaria para subsistir y dar nuevos aires a su trabajo. “El giro se ha ampliado, tenemos la voluntad de la municipalidad que nos da la posibilidad. Por ejemplo, antes cuando partimos con ‘paquetones’ de periódicos y después con el tiempo se nos fue agregando bebidas, confites y ahora es el fuerte, además de los cigarros”, detalla.

Abandonar su puesto no está dentro de sus planes. Richard espera seguir al frente hasta que la vida se lo permita.

“Voy a morir acá no más y el día de mañana no sé si mi hijo sigue con el rubro, pero claro, siempre diversificando un poco los productos, agregando otros de acuerdo a la época, pero como le digo, la ubicación es buena y uno proyecta una mejor estructura”, anticipa.

Richard anhela que los kioscos tengan una nueva imagen, más moderna y acorde a los nuevos tiempos.

“Se está viendo que los kioscos están cumpliendo su etapa de vida y hay un proyecto donde se están renovando y los que están saliendo son bien bonitos, amplios y de calidad. Así que nosotros vamos en la segunda etapa”, subraya.

Desesperanza

Luis Azócar Delgado tiene 23 años con su kiosco ubicado en la esquina de Libertad Oriente con Las Rosas. Asegura que la digitalización de los medios impresos ha sido un duro golpe para el rubro y ha impactado en las personas que tenían por costumbre leer todos los días el diario.

“Mucha gente dejó de poner avisos en los diarios porque no sale en físico y así nadie los ve. Se acostumbraba a sociabilizar, conversar lo que salía en el diario, ahora mucha gente no sabe buscar los diarios digitales. Esto ha sido un problema, sobre todo para la gente mayor, que le gusta la lectura en papel, prefieren leer otro diario, así sea de Santiago, pero quieren leer un papel. Creo que esta generación en 10 años más va a morir y ahí ya no vamos a tener que hacer”, sostiene.

El suplementero, de 69 años, lamenta que empresas periodísticas paralizaran la circulación de diarios nacionales, regionales, revistas y semanarios, por lo que se vio en la necesidad de solicitar la ampliación del giro para vender bebidas, cigarrillos y alimentos que permitieran obtener ingresos.

“Esto ha sido un vaivén de situaciones, porque ha habido empresas que se han desaparecido abruptamente sin dar aviso y nos han quedado debiendo dinero de insertos, dejándonos a la deriva y eso ha sido complicado. Por esta situación hemos ido a la municipalidad para pedir una ampliación del giro para incluir bebidas, cigarrillos, todo lo que pueda ser negociable de manera, que uno pueda ir cubriendo las falencias que dejaron las empresas periodísticas”, dice.

Luis recuerda que “cuando llegó la pandemia, La Discusión en papel cerró y era el diario oficial de la zona, con más de 150 años de vida. Nos dejó en la más triste y completa desolación, quedamos sin el recurso del diario en las comunicaciones y también los recursos que aportaban ellos producto del convenio con la ANP, de manera que fue brutal y de golpe”.

Al principio de la crisis sanitaria y las restricciones por Covid-19 fueron pocos lo suplementeros que siguieron con sus kioscos abiertos ante lo desconocido de la enfermedad, sin embargo Luis indica que “los más valientes nos quedamos en la calle dando la pelea y aquí seguimos dándole”. Además de ampliar el giro, la Municipalidad de Chillán rebajó un porcentaje del pago de la patente como ayuda por las bajas ventas.

Luis no tiene esperanzas en que los diarios vuelvan a llenar los kioscos como antes, pero está seguro que seguirá en su puesto buscando la manera de generar ingresos.

“El negocio ahora es más entretención que ganancia, no se le ve futuro porque no hay esperanzas de que vuelvan los diarios, no llega La Tercera, La Cuarta, La Discusión, ningún diario quincenal o semanal, solamente Crónica, Últimas Noticias y El Mercurio. Entonces se ve malo. Nosotros tenemos esa facilidad de ampliación del giro que nos permite obtener ingresos por otro lado”, precisa.

Texto: Susana Núñez/ Antonieta Meleán

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