La oportunidad de los congelados

El crecimiento de la demanda mundial de frutas y hortalizas congeladas ha contribuido a fortalecer este rubro a nivel regional, que en los últimos años viene mostrando un sostenido aumento de las exportaciones y según actores de la agroindustria, tiene un amplio margen para seguir creciendo.
Según estadísticas de Odepa, en enero-julio de 2025 destaca el dinamismo de los envíos de frutas procesadas (congeladas), principalmente arándanos, cerezas, frambuesas, frutillas y moras, que sumaron US$117,7 millones, anotando un alza de 35,0% respecto a igual periodo de 2024, favorecido por los mayores volúmenes de producción de la temporada. En cuanto a las hortalizas procesadas (congeladas), como los espárragos, sumaron US$16,3 millones, registrando un aumento de 39,1% respecto a enero-julio del año pasado.
Estos US$134 millones de frutas y hortalizas congeladas exportadas este año corresponden al monto más alto alcanzado por el rubro para este periodo desde que existen registros de Ñuble, y todo apunta a que este año cerrará con un resultado histórico.
Para entender este aumento sostenido que se observa desde 2021 es importante ver también el comportamiento de los mercados internacionales de frutas y hortalizas frescas, con una mayor oferta, una fuerte competencia, una alta volatilidad de precios y un encarecimiento de la logística después de la pandemia; y por otro lado, el aumento de la demanda mundial por alimentos saludables y en particular, por los congelados, lo que ha favorecido buenos precios para un rubro que tradicionalmente era el premio de consuelo de los exportadores, al que se destina la fruta de menor calidad.
Y si bien los precios que se pagan por la fruta congelada siempre serán inferiores a los de la fruta fresca, hoy los congelados ofrecen una mayor estabilidad relativa de precios, además de otras ventajas asociadas a la logística, a la durabilidad del producto y a las proyecciones de crecimiento de la demanda chilena y mundial.
Esto lo saben muy bien aquellas empresas que han invertido en la zona apostando por el congelado, aumentando la capacidad de la infraestructura de frío y generando alianzas con los productores de la zona, con un impacto directo en el empleo y en las economías locales.
Entre los beneficiados de esta cadena de valor destacan los pequeños agricultores de Ñuble, que han rentabilizado sus predios mediante la fruticultura con foco en la agroindustria, con la seguridad de que su producción será comprada por alguna de las 31 empresas que operan en la región, e incluso, por plantas de otras regiones.
Con un futuro tan auspicioso, en la agroindustria reconocen que siempre están buscando sumar más productores, porque, cada año, el desafío es aumentar los volúmenes. Sin embargo, la capacidad de producción de los agricultores siempre estará limitada por la disponibilidad de agua, de suelo, de mano de obra y de capital financiero.
La colaboración entre la agroindustria y pequeños productores ha sido clave en materia de transferencia tecnológica, acceso a genética y financiamiento, pero aquello aún no es suficiente para impulsar con fuerza un rubro que no tiene techo. En una región como Ñuble, con una marcada vocación agrícola y una gran atomización de la propiedad, es fundamental brindar las condiciones para que los pequeños aprovechen esta oportunidad.