Señor Director:
Puede sonar extraño, pero como fanático de la neurociencia paso gran parte de mi tiempo siguiendo investigaciones sobre cómo funciona el cerebro. Hoy sabemos algo incómodo: usar pantallas para calmar a los niños no es solución, es una apuesta peligrosa.
Estudios con niños pequeños muestran un patrón claro: cuando el celular o la tablet se vuelve el calmante principal frente a la rabia, el llanto o el aburrimiento, tiempo después esos niños muestran peor regulación emocional y más dificultad para manejar la frustración sin pantalla.
La “niñera digital” no educa, solo silencia. Desvía la atención, pero le roba al niño la oportunidad de practicar la autogestión emocional. Y si en adultos la sola presencia del celular reduce la concentración, ¿qué podemos esperar de un cerebro en desarrollo que nunca ha conocido el mundo sin esta prótesis?
Por eso, la restricción de celulares en colegios no es un capricho, es una medida de salud pública. No se trata de demonizar la tecnología, sino de usarla con criterio. Si queremos cerebros más sanos y resilientes, necesitamos que los niños aprendan a habitar la vida real, con sus frustraciones, y no solo su versión editada en una pantalla.
Claudio Artigas
Investigador Centro de Comunicación de las Ciencias U.Autónoma
