La Escuela Bauhaus fue fundada en 1919 por Walter Gropius en Alemania con el fin de reformar la enseñanza de las artes, la arquitectura y el diseño para lograr la transformación de la clase burguesa europea.
Y si bien fue clausurada en 1933, sus preceptos continuaron firmes en varios de sus discípulos. Uno de los principios establecidos desde su fundación fue “la forma sigue a la función”, por lo que en arquitectura los diferentes espacios eran diseñados con formas geométricas según la función para la que fueron concebidos.
Veinte años después de su apertura, se produjo en Chillán un suceso que irremediablemente unió a esta zona con las retóricas del Bauhaus. Tras el terremoto de 1939, llegaron a la región arquitectos nacionales y extranjeros que habían adquirido la idea vanguardista y que no dudaron en poner en práctica en la ciudad.
A cien años de la fundación de la Escuela Bauhaus, la Universidad el Bío-Bío realizó esta semana un seminario en torno al tema. Allí participó el doctor en Historia y chillanejo, Rodrigo Vera, quien explicó a los asistentes la relación entre esta corriente y nuestra idiosincrasia.
– En el caso de Chillán, ¿Dónde podemos ver la influencia del Bauhaus?
– En edificios. Los más emblemáticos son los que construyó Tibor Weiner como la Intendencia, el Cuerpo de Bomberos, la manzana de la Municipalidad de Chillán y en algunas viviendas de carácter racionalista.
Pero también en los detalles de esas casas y otras que perseguían fines sociales por medio de sistemas de construcción que abarataban los costos.
Esa economía de abaratamiento era bien de esta idea racional de la Bauhaus. Hay detalles como los tiradores de puertas geométricos, las ventanas ojos de buey, los balcones tubulares, esta vanguardia europea se masificó a partir de la Bauhaus. Esa influencia tuvo la virtud de hacer que todo confluyera y se cambiara la forma de concebir el entorno.
– ¿Y además de estos detalles?
– Investigaciones académicas que he realizado se basan en cómo se manifestó el Bauhaus en la construcción del entorno a partir de ciertas políticas de Estado.
Siempre se ha pensado que lo fuerte fue en arquitectura. Yo trabajo sobre una base amplia que tiene que ver con prácticas proyectuales, pensar en una proyectualidad moderna, de concebir el entorno de manera planificada que vaya desde la manilla de la puerta hasta la planificación de la ciudad.
– ¿Cómo el Bauhaus llegó a ser parte de nuestra reconstrucción?
– La influencia, como lo han definido algunos historiadores, tendría dos canales principales. Primero, a través de las publicaciones que llegaban del extranjero y arquitectos chilenos que iban a Europa.
Hay que recordar que a Chillán llegó el arquitecto húngaro Tibor Weiner, muy influenciado por la escuela. En la reconstrucción de Chillán participan arquitectos que habían sido formados a partir de las reformas que se habían hecho en Europa.
– ¿Cómo penetró el Bauhaus en nuestra idiosincrasia?
– De alguna manera todo este tipo de arquitectura tenía originalmente un sentido de internacionalización. Lo que se había hecho allá se podía hacer en cualquier parte. Y el racionalismo persigue la intención de formas geométricas, se simplifican los mecanismos de apertura de ventanas y la geometría guarda un rasgo de neutralidad que permite que en cualquier parte del mundo se pueda aplicar este tipo de diseño.
La arquitectura de Chillán perfectamente puede estar en Tel Aviv, en África o en Alemania. No hay ningún sentido de identidad o pertenencia porque estos se dan de alguna forma en determinados detalles que pasan a segundo plano. A
demás, con este tipo de arquitectura, lo que quiso hacer Pedro Aguirre Cerda era industrializar la zona, pero esto finalmente no ocurrió. Lo que nos quedó fue esta escenografía moderna que podemos considerarla como parte de la identidad de la ciudad.
– ¿Y cómo podemos los chillanejos valorar y proteger este patrimonio?
– Lo está haciendo la Unidad de Patrimonio (UPA) y la UBB a través de actividades como la que hubo esta semana. Este martes en Cecal UdeC se lanza un libro que habla al respecto.
Este tema muchas veces se conoce más en el extranjero que en la propia ciudad. Yo he presentado el caso de Chillán en Barcelona. Esto no es negativo en la medida que de igual forma el tema llegue a la comunidad.
Es importante que la academia ponga ojo y desarrollen conocimiento, pero este conocimiento debe aterrizar a la comunidad. Los medios de comunicación también pueden colaborar a informar que tenemos un valor patrimonial que hay que preservar.