La cifra del PIB regional, que entregó esta semana el Banco Central, sólo vino a confirmar el escenario recesivo en que se encuentra la economía regional, aunque algunas autoridades prefieran obviarlo o, incluso, maquillar con medias verdades. Lo objetivo es que el Producto Interno Bruto (PIB) de Ñuble, es decir, todo lo que produce la economía, descendió 0,9% en el segundo trimestre de este año, en comparación con igual periodo de 2022.
Se constata, entonces, un tercer trimestre consecutivo con números negativos, tras el resultado del primer trimestre de 2023 (-1,9%) y del cuarto trimestre de 2022 (-0,9%). Basta con dos trimestres negativos para configurarse una recesión “técnica”, que a diferencia de lo que perciben los economistas del gobierno, para los habitantes de Ñuble no tiene nada de técnica. Basta ver los alarmantes datos de desempleo, de informalidad y de ingresos de los hogares para concluir que la recesión ha golpeado con fuerza a la región.
Bien lo saben los empresarios y los trabajadores del comercio regional, sector que, según las estadísticas del Banco Central, sufrió una caída interanual de 10,1% en el segundo trimestre de este año, consecuencia directa de los menores ingresos, de la inflación y del encarecimiento del crédito. El comercio viene mostrando números rojos por cinco trimestres consecutivos, y la consecuencia natural ha sido la destrucción de empleos e, incluso, el cierre de empresas.
En 12 meses, el gasto de los hogares en la región se contrajo 5,6%, en línea con lo que ocurre a nivel nacional. Y es que no sólo los bienes durables, como los vehículos y la electrónica, se han visto resentidos; también ha bajado la venta de bienes no durables, como los alimentos. Las familias están priorizando su gasto y, lamentablemente, en no pocos hogares de Ñuble están pasando hambre.
Pero la solución no es la entrega de bonos ni el uso de los ahorros para la vejez, sino la generación de empleos formales en el sector privado, el único círculo virtuoso que mejora los ingresos de los hogares, incrementa el consumo, estimula la inversión y empuja la economía.
Lamentablemente, en el gobierno el foco no parece estar puesto en la reactivación, es más, ninguna autoridad habla de recesión, como si, al no mencionarla, sus efectos no se percibieran. Sus representantes regionales insisten en subrayar la creación de más de 6 mil empleos en 12 meses en Ñuble, sin mencionar que en esos 12 meses los desocupados aumentaron 8,2%, y que ya ascienden a 23.438, una cifra que sería mucho más elevada de no ser por la explosión de trabajadores informales, que alcanzaron 74.367, al anotar un alza de 8,9% en 12 meses.
Esta indiferencia, que llega a ser indolente con los más vulnerables, se sustenta en la expectativa, alimentada por los analistas, de que en los próximos trimestres la actividad económica del país se recuperará, sin embargo, dicha recuperación será lenta, con tasas de crecimiento cercanas al 1% para 2024, lo que, en la práctica, para los habitantes de Ñuble, no se traducirá en ninguna mejora sustantiva en el empleo ni en los ingresos, porque los puestos de trabajo que se destruyeron, ya no se recuperarán.
La región requiere más medidas concretas y menos planes y diagnósticos. Sin certezas y sin incentivos, difícilmente habrá inversiones en la región. Y sin inversión, no habrá nuevos empleos.