La insignificancia
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¿Cuál es el motivo o razón de la baja calidad del debate, la argumentación y la calidad misma de la política? Desde un tiempo a esta parte, los niveles de debate, discusión y confrontación de ideas ha ido en franca decadencia.
Castoriadis señaló en una oportunidad que lo que hoy primaba era la insignificancia, con lo cual las discusiones han dado paso a los lugares comunes y frases rebuscadas, los debates han cedido ante la verborrea y monólogos y las ideas han sido reemplazadas por simples ocurrencias o divagaciones.
Cada vez resulta más evidente la pobreza argumentativa de nuestras autoridades y legisladores; pero no es solamente aquello, también es posible de observar dicha característica en la “capacidad” que tienen, por ejemplo, nuestros alumnos para establecer algún dialogo o conversación; por lo tanto, estamos cada día más inmersos en un escenario que parece no tener vuelta.
Si bien existen algunas manifestaciones y expresiones que apuntan en una dirección contraria, estas parecen ser marginales o testimoniales; sin embargo ¿hasta qué punto la ciudadanía es responsable de aquello? Me refiero concretamente al abandono y la falta de responsabilidad cívica de los ciudadanos a la hora de votar a un determinado candidato o bien restarse de aquellos espacios donde se discuten o analizan políticas locales, regionales y nacionales.
Quizás ahí esté presente una de las razones que expliquen la decadencia en la cual estamos inmersos en estos tiempos. El ciudadano al restarse de los debates y discusiones y al no participar, que decir ir a sufragar, va dejando ese espacio y herramienta en manos de discursos oportunistas y demagogos que lo único que buscan es redito para sí mismos o bien acrecentar la desafección de la población con la política. Lechner diría que se trata de la manipulación de las subjetividades
Entonces, mientras el ciudadano se reste de las discusiones, no participe de los debates y no dialogue con su comunidad, el vaciamiento de la sociedad será cada día mayor, generando con aquello un problema difícil de resarcir, como es la presencia de instituciones débiles y poco creíbles y una política que transita entre la insignificancia y lo líquido, como diría Bauman.
En consecuencia, no se trata de restar responsabilidad a los políticos, autoridades y legisladores, todo lo contrario, ellos tienen una responsabilidad central, ya que han sido mandatados por la ciudadanía para (por lo menos teóricamente) legislar en función de las grandes mayorías y de los problemas que aquejan a la población, para de esa forma mejorar la calidad de vida; sin embargo, la ciudadanía no puede hacerse a un lado o restar responsabilidad de este estado de cosas; todo lo contrario, necesita imperiosamente superar la política quejumbrosa y peticionista a la cual nos han acostumbrado las propias autoridades en una especie de circulo vicioso que de una u otra forma ha terminado por naturalizar y reproducir esta cultura de la mediocridad y la poltronería que a estas alturas da pena y vergüenza ajena.