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La hora de cooperar

Cristian Cáceres

Las discusiones actuales de política pública, en todo el mundo, han puesto sus reflectores sobre el tejido social, pues hay coincidencia en que es clave para superar la crisis sanitaria y económica y jugará un papel protagónico, en todo el mundo, luego de que ella sea superada.

Esto es especialmente importante en sociedades más frágiles, como la chilena, con grandes desigualdades económicas e inequidad en la garantía de derechos y en acceso a bienes y servicios públicos. Para lograrlo, el primer paso es superar la falsa disyuntiva entre salvar vidas y salvar la economía, que ha sido pésima guía en la toma de decisiones políticas.

Crisis como la actual golpean los cimientos de la sociedad, tanto por el dolor asociado a la pérdida de seres queridos, como por las dificultades económicas que generan. En muchos casos, esto se traduce en sentimientos de alienación e injusticia, que pueden exacerbar inconformismos preexistentes.

También por razones como estas, no exageran quienes hablan de enfrentar la coyuntura actual con medidas similares a las de una posguerra. En esos escenarios, una de las lecciones más importantes es el papel que juegan los esfuerzos colectivos en coordinar a las sociedades hacia la superación de la crisis; el llamado capital social.

Sociedades con mayores niveles de capital social son más exitosas en pasar la página. Esto obliga a promover medidas a nivel comunitario que contribuyan al doble objetivo de salvar vidas y garantizar condiciones económicas básicas para los más vulnerables, pero también para la clase media, donde la pandemia hará que muchas familias retrocedan a la condición de pobreza.

Preocuparnos por el capital social tiene mucho sentido, porque es un eslabón debilitado. Por diferentes razones, los vínculos de confianza y la capacidad de interactuar en redes ha sido muy enclenque en Ñuble, y si despertó tímidamente el 18 de octubre del año pasado, hoy está silente por la incertidumbre doméstica de una “nueva normalidad” cuya única certeza es la incerteza.

Tal vez aún estemos a tiempo de hacer los esfuerzos por rescatar el capital social que será tan valioso en escenarios como el que enfrentamos actualmente. Un gran paso daríamos si cada uno de los ñublensinos entendiéramos que ha llegado la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas, para adaptarnos a un virus que amenaza el bienestar de todos.

Al cumplirse siete meses del primer caso notificado en Ñuble, no debemos olvidar que seguimos peligrosamente expuestos a una situación de la que aún no sabemos cómo vamos a salir. No obstante, hay un camino para avanzar y es el autocuidado y la disciplina social, la única vacuna que hoy tenemos a mano.

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