La detención de Aung San Suu Kyi por parte del ejército birmano tras el golpe de Estado del lunes trae a la memoria sus 15 años de arresto domiciliario, hasta 2010, en un chalé junto al lago de Rangún por orden de la junta militar, entonces en el poder.
La “Dama de Rangún”, icono de la democracia en los años 1990, volvió a ser puesta bajo arresto domiciliario, pero esta vez en la capital política del país, Naypyitaw, según un diputado de su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), que pidió el anonimato por temor a represalias.
“Nos dijeron que no nos preocupáramos. Pero estamos preocupados. Será un alivio cuando podamos ver imágenes”, dijo.
Al parecer, los vecinos la vieron paseando por el jardín amurallado de su residencia oficial.
La jefa de Estado de facto de Birmania está a salvo por el momento, afirma el politólogo Khin Zaw Win.
“Toda nuestra información indica que está fuera de peligro”, dijo a la AFP.
Pero es probable que el ejército haya tomado la decisión estratégica de mantenerlo oculta, según Hervé Lemahieu, del instituto australiano Lowy.
“Creo que la idea es realmente mantenerla fuera de la vista del público”, dijo a la AFP.
“Está retenida en Naypyidaw (…) lejos de los principales centros de población donde pueden reunirse los manifestantes. Creo que es una elección deliberada”, aseguró.
Los generales “se dan cuenta de que si enfermara o muriera mientras está detenida, la gente sospecharía un acto criminal y podría llevar a la violencia”, añadió.
Estar detenida en manos de los militares no es algo nuevo para Aung San Suu Kyi. Tras la victoria de su partido en las elecciones generales de 1990 se vio obligada a permanecer bajo arresto domiciliario en varias ocasiones por los militares, que se negaban a abandonar el poder.
Confinada en un chalé de estilo colonial de su familia a orillas del lago Inya, en Rangún, Suu Kyi pronunciaba con frecuencia discursos sobre la democracia ante multitudes de cientos o incluso miles de partidarios, reunidos al otro lado de la valla del jardín.
“Está acostumbrada”
Para el cineasta alemán Marc Eberle, que entrevistó a Suu Kyi en numerosas ocasiones para su documental “The Choice” en 2012, ella sabe cómo lidiar con el encierro.
“Tiene mucha experiencia, hacía meditación todos los días y ejercicios de salud mental”, dijo a la AFP. “Obviamente es estresante, pero está acostumbrada”.
La Premio Nobel de la Paz, que llegó al poder en 2015, perdió el favor de los países occidentales por su gestión de la crisis de los musulmanes rohinyás en 2017, cuando 750.000 personas huyeron a Bangladés para escapar de una brutal represión militar con denuncias de violaciones, asesinatos y aldeas incendiadas.
Ante la Corte Internacional de Justicia, defendió la actuación de su ejército frente a las acusaciones de genocidio.
Como figura principal del estado, Suu Kyi también parece estar poco preocupada por el destino de los cerca de 600.000 rohinyás que permanecen en Birmania y viven en condiciones similares a las del apartheid, según las oenegés de derechos humanos.
Aunque el periodo que se abre en el país tras el golpe de Estado del lunes está lleno de incertidumbre, Marc Eberle cree que la “Dama de Rangún” podría recuperar cierta simpatía en la escena internacional.
Y a pesar de su nuevo aislamiento, sigue en el corazón de los birmanos, preocupados hasta que sea liberada.
“Aung San Suu Kyi es el Dios de nuestro país”, dijo Merra, de 20 años, a la AFP.