Desde lo más profundo a lo más superficial, y desde lo más simple a lo más complejo, la cultura le ha ofrecido por más dos siglos a Ñuble y a sus habitantes la posibilidad de acompañar su desarrollo.
La cultura es un ámbito del patrimonio regional que nos llena de orgullo. Así lo reflejan numerosos estudios sobre identidad, donde al consultar sobre aquello que más nos identifica aparecen no solo grandes personajes, sino también expresiones de la cultura popular ancestral, junto a emblemas geográficos y arquitectónicos como el Valle del Itata, las Termas de Chillán y la Catedral de Chillán, y otros edificios de estilo modernista de la capital de Ñuble que son de gran valor y requieren ser conservados, cuando no restaurados.
Igualmente, en las últimas dos décadas hemos visto también la valorización de lo que se conoce como “patrimonio cultural tangible e intangible”. Ese es el caso, por cierto, de muchos pueblos rurales de Ñuble donde sus habitantes trabajan comunitariamente en distintos proyectos para preservar sus usos y costumbres. Fiestas, saberes de técnicas artesanales, rituales, formas de hacer música, comidas tradicionales, cuentos, leyendas, todo interesa y todo tiene valor.
De hecho, el tonelaje de este atributo de identidad de los ñublensinos fue una de las principales justificaciones del proyecto que finalmente terminó en la creación de la nueva región. Y precisamente por su importancia en la imagen que nos permite proyectar al país y al mundo, este atributo debe preservarse y destacarse.
Afortunadamente, a diferencia de otros temas importantes para nuestro desarrollo, aquí hay más convergencia que división, más colaboración que nombres propios, y una visión renovada que conecta el patrimonio con otras actividades económicas y nuevas tecnologías, expresiones y formatos.
Así, la región está dando los primeros pasos en la llamada “economía creativa”, integrada por disciplinas como música, arquitectura, artes visuales, cine, danza y teatro, por mencionar algunas que, adicionalmente, poseen la virtud de generar percepciones favorables en la opinión pública. De hecho, dentro del Nation Brands Index (NBI), estudio internacional que mide anualmente la evolución de la imagen de los países y regiones, la riqueza del patrimonio cultural emerge como la variable que más incide en la mejora de las percepciones a nivel global.
Hay mucho por hacer, obviamente. Pero resulta alentador ver que hay cada vez más conciencia de lo importante que es nuestra herencia cultural y de lo estratégico que resulta seguir promoviéndola con fuerza, más allá de nuestras fronteras, por medio de una planeación con acciones sistemáticas y coherentes, que congregue esfuerzos del sector público y privado en la difusión de un mensaje común de Ñuble y sus bondades.
En esta labor es imprescindible considerar la relevancia de las 21 comunas, pues son ellas las que con singularidades geográficas y humanas, permiten configurar uno de los principales atributos diferenciadores de Ñuble: la identidad cultural, el ethos de la región que nació oficialmente hace 6 años.