Señor Director:
Es muy lamentable enterarse de la decisión de un consejo escolar de la provincia canadiense de Ontario de destruir un total de 5.000 libros y comics —por medio del reciclaje, entierros o quemándolos— por considerar que difundían “estereotipos negativos” sobre la población nativa. No se puede juzgar el pasado con los principios morales del presente porque, como advierte la profesora y Premio Nacional de Historia, Sol Serrano, en ese caso habría que borrar la Historia en su totalidad.
Este tipo de medidas hace tiempo afectan la enseñanza secundaria y superior en Occidente e incluyen censuras, despidos y agresiones a personas e instituciones que rechazan estas cancelaciones. Pensar que una institución educativa debería proteger a sus estudiantes de ideas que algunos puedan considerar ofensivas es repudiar el legado de Sócrates, que se definió a sí mismo como el tábano que aguijoneaba al dormido pueblo ateniense. Él pensaba que su trabajo era interrumpir y cuestionar a sus conciudadanos para que reflexionaran sobre sus propias creencias y cambiaran las que no pudiesen defender.
La cultura de la cancelación es enemiga no solo de la libertad, sino de la educación. Para generar un pensamiento crítico sólido, los estudiantes deben enfrentarse a ideas distintas, con el fin de estimularlos para que aprendan a pensar mejor. Destruir libros es un retroceso y una señal de que no hemos aprendido uno de los mayores errores del pasado.
Martín Durán F.