Señor Director:
Se ha dicho que los críticos del trabajo de la Convención Constitucional buscan hacer fracasar este proceso, que están de mala fe, que en el fondo no quieren ningún cambio. Eso no es efectivo; lo que sucede es que en el trabajo de este órgano se observa mucho voluntarismo y aproximaciones reduccionistas, las que, además, adoptan la forma de un intento por plasmar en el texto que se le propondrá al país una visión típicamente ideológica. Esta concepción de la sociedad y de la vida en común contiene una serie de categorías que tienden a suplantar, o al menos desfigurar la realidad, con perspectivas potencialmente totalitarias.
Es como si algunos colectivos de la Convención, por el solo hecho de detentar una mayoría que es necesariamente transitoria, como todas las mayorías, pretendiera regimentar la mentalidad, la cosmovisión, las interacciones, el lenguaje, y hasta las propias formas de manifestarse de los ciudadanos, imponiendo un rasero definitivo de uniformidad en la vida colectiva, un canon cultural y político de lo correcto y lo incorrecto.
Esto no es una ilusión o un invento, es lo que se advierte todos los días en el ánimo y las deliberaciones de muchos de los convencionales, y es, también, la razón por la cual sectores no desdeñables de la ciudadanía tienen legítima inquietud por el destino del trabajo que se está realizando.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega