En un año sobrecargado de elecciones, los chilenos y chilenas deberemos regresar a las urnas, el próximo 19 de diciembre, para elegir Presidente entre los dos candidatos que resultaron vencedores ayer en la primera vuelta electoral, José Antonio Kast y Gabriel Boric.
Polos opuestos (el primero lidera a la extrema derecha, el segundo a la izquierda) para la elección presidencial más incierta en 31 años de democracia, que cierra el viejo ciclo político del país, dominado por las dos coaliciones tradicionales (de derecha moderada y centroizquierda), que han alternado en el poder durante las últimas décadas.
Si fuera solo matemática, podría decirse que Kast corre con cierta ventaja, pero no se trata solo de cálculo electoral, pues tendrá solo 28 días para convencer a los partidarios de Sichel -que ayer le entregó su respaldo- pero sobre todo a los de Franco Parisi, cuyo sorprendente 12,94% lo convierte en factor clave.
Para Boric se presenta todavía más difícil, ya que debe conseguir la adhesión de los votantes de Provoste y ME-O, pero con eso tampoco le alcanza, así que debe volcar a su favor una parte de la votación de Parisi, y sobre todo convocar a más votantes.
El desafío de ambos es similar: empatizar con un electorado que no compartió los énfasis de sus campañas, por lo que el camino tendrá que ser distinto. Deberán agiornar sus discursos y reemplazar liderazgos. De todas formas es una campaña corta, ya que a diferencia de otros países, en Chile hay menos de un mes entre la primera y segunda vuelta, impidiendo a los presidenciables hacer un trabajo de terreno en todo el país. Por eso, lo más probable es que los veamos con suerte una vez en la región, pues lógico sería que se concentren en urbes o sectores de gran impacto electoral y dejen el despliegue a sus “ejércitos” capitaneados por parlamentarios electos y alcaldes.
Lo que viene son cuatro semanas de intenso proselitismo, con dos candidatos en competencia, y una fuerte dosis de polarización, inevitable no solo por ser una contienda que ha pasado de siete a dos adversarios, sino porque justamente se da entre los dos candidatos más opuestos. Sin embargo, resulta deseable que ésta se lleve adelante con responsabilidad y las campañas no dejen de lado el carácter propositivo para concentrarse en el ataque al rival.
Es de esperar que la segunda vuelta sea un espacio propicio para poner sobre la mesa más ideas y confrontarlas en un espacio de mayor tranquilidad y detalle, aunque no resulte tan gravitante, como debería ser en una sociedad bien educada cívicamente. Pero no es nuestro caso. Que el tercer lugar lo ocupe un candidato que no vino a Chile, ni participó de ningún debate, algo nos dice sobre la información que está recibiendo la ciudadanía y la comprensión que hace de ella.
En última instancia, por supuesto, será el electorado, a través de su decisión en las urnas, el próximo 19 de diciembre, el que juzgue si la estrategia escogida por cada candidato fue la más acertada. El tiempo es escaso. La caza de votos ya partió.