Además de las numerosas preocupaciones que aquejan al rubro agropecuario, existe una inquietud creciente por parte de los agricultores respecto del futuro de la actividad, a partir del notorio envejecimiento de la población campesina y el desinterés de las nuevas generaciones por el oficio agrícola.
Las expectativas que generan entre los jóvenes las oportunidades de educación superior y de acceso a mejores remuneraciones en las ciudades han profundizado el proceso de migración hacia centros urbanos que se ha venido dando hace décadas, lo que se ha visto acelerado por el deterioro de las condiciones de inversión por parte de los agricultores tradicionales.
En este proceso se han producido cambios importantes en el sector rural, como el aumento de las explotaciones agrícolas orientadas a la exportación, que han favorecido a algunos productores y han presionado al alza el valor de la mano de obra. De igual forma, la mecanización de las faenas ha permitido reducir los costos y aumentar la eficiencia, y a la vez, se ha podido hacer frente a la disminución de la oferta de mano de obra.
Lamentablemente, la falta de transparencia de algunos mercados agrícolas, que ha perjudicado a pequeños productores, se han convertido en un desincentivo para el crecimiento de algunos rubros e incluso ha forzado a muchos propietarios a vender sus tierras, principalmente a grandes empresas, tanto agrícolas como forestales.
Paralelamente, las dificultades para acceder a créditos bancarios, han mermado las posibilidades de crecimiento de los agricultores, lo que ha hecho más difícil atraer a los jóvenes a interesarse en esta actividad.
Más allá del desafío de ser potencia agroalimentaria, que sigue siendo más un eslogan que una realidad, el verdadero desafío de Chile debe ser el de mejorar las condiciones económicas para asegurar un desarrollo armónico del territorio, y ello supone el acceso a educación y a ingresos más que dignos en las zonas rurales, así como también un mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.
De nada sirve firmar acuerdos de libre comercio y abrir nuevos mercados para la exportación de frutas, si en los campos chilenos los ingresos apenas alcanzan para costear la canasta básica del supermercado.
Esta realidad, que es conocida muy bien por los jóvenes del campo, es el principal factor del envejecimiento de la población rural, un fenómeno que solo podrá revertirse en la medida que el Estado tenga un rol activo en la superación de las principales dificultades que enfrenta el mundo rural.
Y si bien se han observado algunos avances en los últimos años, en ámbitos como el fomento al riego y el fortalecimiento de la agricultura familiar campesina, si no se comienza a pensar en incentivos orientados a la generación de recambio, en las próximas décadas la agricultura de la Región de Ñuble pasará de ser una forma de vida a un mero sector económico dominado por grandes actores con domicilio en Santiago o el extranjero.