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Invertir en pavimentación

Según cifras de la Dirección de Vialidad del Ministerio de Obras Públicas (MOP), este 2025 se ejecutaron 137 kilómetros de nuevos pavimentos en la región, la cifra más alta desde que existen registros.

De esta forma, Ñuble cerrará el año con un 40% la red vial pavimentada, alcanzando 1.539 kilómetros bajo administración de Vialidad y otros 300 km de concesiones. El resto de la red corresponde a 57% de caminos de ripio (2.564 km) y 3% de caminos de tierra (156 km).

Se trata de un importante avance, considerando que al terminar el año pasado la cobertura alcanzaba un 37% de las rutas pavimentadas.

Ciertamente, el 40% es un nivel bajo en comparación con el país, que promedia un 50%, pero representa un crecimiento relevante si se compara con 2018, cuando llegaba al 26%.

Para ello fue clave, primero, la creación de la región, que visibilizó el problema y permitió focalizar recursos en este desafío; y, en segundo lugar, la voluntad política de las autoridades locales, quienes asumieron como una de las prioridades del territorio la necesidad de superar su rezago crónico de infraestructura pública.

Lo anterior se expresó en un aumento de los recursos que permitió pasar de pavimentar 6 kilómetros en 2018, a un promedio de 60-80 km anuales en los años posteriores, pero con la meta de llegar a 100 km por año, una meta que en 2024 y 2025 se superó con creces, llegando a 107 y 137 kilómetros, respectivamente.

En ese contexto, cobra gran relevancia el convenio suscrito entre el MOP y el Gobierno Regional en septiembre pasado, por $300 mil millones, que permitirá pavimentar 780 kilómetros y llegar a un 50% de cobertura en 2030. Este hito representa un avance, sobre todo, porque fija compromisos de financiamiento que trascienden a los ciclos electorales.

Este rezago, que para algunos puede parecer solo un problema de conectividad, se traduce en pobreza estructural, en aislamiento social y en oportunidades perdidas para miles de familias rurales.

Así lo confirma la encuesta Casen, cuyos indicadores muestran que las zonas con menor acceso a infraestructura vial son, al mismo tiempo, aquellas con los mayores índices de pobreza. Allí donde no hay caminos dignos, el transporte es caro, el acceso a servicios básicos se dificulta, igual que la competitividad de las economías locales.

Las consecuencias de este rezago son evidentes. Para los productores agropecuarios el transporte representa el 65% de los costos logísticos. Los caminos en mal estado encarecen la producción, prolongan los tiempos de viaje y limitan la competitividad de Ñuble frente a otras regiones. El déficit en infraestructura también repercute en el turismo, en la industria forestal y en la posibilidad de agregar valor a rubros con vocación exportadora. Incluso impacta en la seguridad vial, pues mientras el parque automotor crece, las vías siguen siendo las mismas, lo que eleva el riesgo de accidentes.

Invertir en la red vial secundaria de Ñuble no es solo mejorar la conectividad en beneficio de la actividad agrícola, es garantizar igualdad de oportunidades para quienes viven en zonas rurales, facilitar el acceso a salud y educación, impulsar la inversión privada y generar nuevos empleos. Nuestra región es el mejor ejemplo: donde hay caminos pavimentados, hay desarrollo; donde no los hay, persisten la pobreza y la exclusión.

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