Señor Director:
La decisión de Vladimir V. Putin de poner en alerta “especial” a sus fuerzas nucleares ciertamente debe interpretarse como una advertencia de que cualquier intento de removerlo será considerado como una amenaza existencial al Estado ruso. Al mismo tiempo, es otro disuasivo para evitar la intermediación occidental.
La alerta, con todo, no debe echar pie atrás a las múltiples sanciones económicas y financieras en curso para cercenar su crecimiento. En lo doméstico, más de seis mil detenidos y protestas registradas en cerca de 45 ciudades rusas, desde San Petersburgo a Irkutsk, demuestran que Putin no controla la narrativa sobre Ucrania. Estremecedor es revisar diarios como, por ejemplo, el Vechernyaya Moskva —uno de los de mayor circulación—, sin referencia alguna al conflicto.
Tras cinco días de resistencia armada ucraniana —superando ampliamente las expectativas de expertos militares—, Putin paradójicamente ha logrado atraer a la OTAN a sus fronteras. Este es un conflicto impopular que mina brutalmente la reputación internacional rusa y el descontento doméstico aumentará dramáticamente, qué duda cabe, con la llegada de más y más bolsas de cadáveres de vuelta a Rusia.
Camilo Barría-Rodríguez