Observando los medios de comunicación tradicionales o participando en las redes sociales se es testigo de cómo el lenguaje violento y beligerante se tomó la opinión de las personas y la agenda pública, ya sea que opinemos respecto a la historia de Chile, el desempeño del gobierno o el rol de la oposición.
El pensar diferente y el poder expresarlo con respeto y sin miedo, en diversas plataformas, para mucha gente se torna inaceptable. Si no va con el pensamiento del que lee, es casi un insulto, y en estos días reviste un riesgo de agresión y pisoteo de la integridad real o virtual de quien emite su opinión. Y que a nadie se le pase por la mente opinar distinto, porque ello conllevará a que le encasillen inexorablemente en un bando u otro, en bueno o malo, en rojo, amarillo o azul, y ser víctima del escarnio público.
Lamentablemente, en vez de mejorar, empeoramos. Así lo muestran los resultados de la última Encuesta Nacional Bicentenario de 2023, que da cuenta de una fuerte y transversal intolerancia de chilenas y chilenos, que incluso no tienen problemas en cancelar al que piensa diferente.
El estudio realizado entre el 26 de octubre de 2023 y el 22 de febrero de 2024, revela que el 70% de las personas no quieren ni siquiera conversar con una persona que piense diferente y creen que las personas que piensan distinto no deberían tener acceso a los medios de comunicación, no deberían dar entrevistas, ni escribir columnas de opinión, no deberían ocupar cargos públicos ni tampoco ser profesores de niños.
Incluso comparando los resultados de esta última versión de la encuesta que realiza la Pontificia Universidad Católica (PUC) con datos de otros países, Chile aparece como una sociedad que se ha vuelto más intolerante. Para el investigador de esa casa de estudios, Roberto Méndez, se trata de una situación que no se había visto antes. “Ni en los peores momentos de las crisis políticas que hemos tenido en el país, ha habido esta idea de cancelar, de funar, es una intolerancia que se ve en ambos extremos del espectro político, es transversal y lleva a una polarización que puede ser muy difícil de manejar”, comentó el también exdirector de Adimark.
La libre expresión de las ideas y el debate serio y responsable han sido secuestrados por una especie de monopolio de la opinión, presente en los más diversos ámbitos, sobre todo en el ciberespacio, donde el disenso, se puede convertir en un peligro latente de violencia verbal y escrita y que no todos están dispuestos a enfrentar.
No cabe duda que hoy estamos viviendo en una sociedad polarizada y donde la crisis de las instituciones, el reclamo y la grave situación económica, solo han profundizado las desconfianzas en la ciudadanía y la beligerancia en el lenguaje.
¿Cómo abordar esta intolerancia? Por ahora lo más básico, en ausencia de un clima social de mayor tranquilidad, es que la sociedad en su conjunto abra espacios de conversaciones, especialmente entre los jóvenes y los adultos, donde todas las visiones puedan ser expresadas con respeto y donde se ponga especial foco en comprender la visión que discrepa de la propia, fomentando la empatía y aceptación del otro. Necesitamos, con urgencia, ejercitar las dos funciones elementales que sustentan la deliberación en nuestro sistema democrático: escuchar y dialogar.