Pese a que Jorge, Wilson y Marco se encuentran tras las rejas en el penal chillanejo, están estudiando con la esperanza de encontrar una segunda oportunidad una vez que concluyan sus condenas. La preocupación por una sociedad que castiga y no siempre promueve la reinserción es una realidad para ellos. Sin embargo, confiesan que desde el encierro luchan por dar un nuevo giro a sus vidas para evitar caer otra vez en el delito.
A sus 28 años, Jorge Fernando Retamal Gálvez, oriundo de Santiago y con domicilio en Pinto, se encuentra tras las rejas por un robo con intimidación por el que recibió una condena de cinco años en la cárcel de Chillán, donde ya ha cumplido casi cuatro.
Las drogas y las malas influencias lo llevaron por el camino del delito, que hoy quiere dejar atrás para rehacer su vida una vez que recupere su libertad. Por esta razón, ha dado sus primeros pasos al iniciar sus estudios de educación superior en modo online.
Un mejor futuro para su hija, de seis años, y la necesidad de adquirir conocimientos para crecer como persona han sido sus alicientes para romper el círculo de la delincuencia. “Siempre tuve ganas de estudiar, pero me faltó el empujoncito. Entonces vi a mi hija tan grande me propuse estudiar y trabajar cuando me vaya para no meterme más en estas cuestiones, porque quiero ser un profesional, un hombre de bien. (…) Soy una persona madura, tengo 28 años y me di cuenta que perdí ya toda mi vida aquí y no he tenido ningún logro. Más han sido penas, sufrimiento, no ver a mi hija crecer. Eso es lo quiero cambiar de una vez por todas”, expresa.
Desde el mes pasado comenzó sus 14 primeras clases de la carrera Técnico Superior en Analista de Sistemas, que tiene una duración de dos años y medio, lo que mantiene feliz a sus seres queridos.
“Me motivé a estudiar para darle un vuelco a esta vida, que no es para nadie estar aquí tras las rejas, alejado de nuestras familias, de nuestros hijos. Igual eso aburre y también no ser nadie en la vida y estar siempre preso por delito, por robo o cosas así, no es vida. Entonces quise darle un vuelco en 360 grados a lo que es mi vida y comenzar a estudiar una carrera de técnico superior. Me matriculé en un instituto IPP Chile para el día de mañana, cuando yo recobre mi libertad, poder ejercer un trabajo y no volver nunca más a estas instalaciones”, sostiene.
El avance rápido de las tecnologías y la demanda por este tipo de herramientas lo impulsaron a formarse en este tipo de área. “Vi una buena factibilidad de encontrar trabajo para poder tener un buen ingreso monetario y también por la comodidad, porque un técnico analista de sistemas puede trabajar directamente de la casa, puedes ir de viaje realizando sus trabajos, porque todo es por computador”, destaca.
Para Jorge su familia ha sido clave en este proceso, ya que gracias a ellos ha podido financiar su carrera, que tiene un costo de $90 mil mensuales, y contar con los equipos necesarios para poder asistir a clases bajo el conducto regular propio de la cárcel.
“Me matriculó mi señora en el instituto y mientras tanto las primeras clases que he tenido han sido por teléfono. Aquí Gendarmería me autorizó un notebook más un modem para poder estudiar, porque ellos no pueden facilitarme ni un computador ni internet para estudiar. Todo se tiene que rendir por mi cuenta, porque Gendarmería se encarga desde primero básico hasta la enseñanza media”, comenta.
Enseñanza básica y media
En el Centro de Cumplimiento Penitenciario de Chillán funciona la Escuela Nueva Esperanza, dependiente de la Dirección de Educación Municipal, que brinda la oportunidad a los internos de completar su enseñanza básica y media.
Uno de los estudiantes es Marco Rosales Martínez, de 45 años, quien cursa 1° y 2° medio y considera que terminar la escolaridad será una manera de mejorar las oportunidades laborales una vez que termine su condena.
“Me motivó a estudiar el anhelo de salir adelante y tener oportunidades de un trabajo mejor. Por problemas económicos no puede continuar mis estudios, llegué hasta 6°. Éramos muchos hermanos, no podíamos estudiar porque tuvimos que trabajar desde chicos”, indica el interno oriundo de la comuna de San Ignacio.
Confiesa que si bien hay materias que son más complejas que otras, la dedicación de los docentes para que los alumnos logren los aprendizajes hace más fácil el proceso.
“Siempre hay una materia que cuesta más que otra, pero veo esto como un beneficio. Los profesores explican bien, si uno no entiende vuelven a explicar. Tenemos salas especiales para las clases donde es más fácil concentrarse en los estudios. Nos hacen evaluaciones y pruebas para ver cómo vamos en los estudios”, subraya.
A Marco le gustaría más adelante continuar con una carrera profesional y se visualiza ejerciendo lo aprendido. “No sé qué quisiera estudiar exactamente pero ya el tiempo lo dirá”.
Su familia lo alienta en esta meta que se ha propuesto y él también los incentiva para que no decaigan y puedan salir adelante.
“Tengo a mi señora y cuatro hijos, dos son menores de edad. Ellos están felices y contentos por el hecho de que estoy estudiando y también los motivo a ellos de que sigan los estudios porque están en el mismo curso mío, y se motivan cuando ven las ganas que tengo de salir adelante”, expresa.
Marco ingresó hace siete meses a la cárcel de Chillán donde debe cumplir una condena de tres años y un día por el delito de conducción en estado de ebriedad. Estando tras las rejas anhela estar en libertad, por eso exhortó a las personas a distanciarse de los delitos.
“Que se motiven a estudiar y salir adelante por nuestras familias, ya que ellos tienen las esperanzas para poder dar a sus hijos una buena vida por el buen camino, y que aprecien la libertad, a la familia que son los que realmente quieren a uno”, acota.
Aula tras las rejas
Desde Gendarmería explican que la seguridad y la reinserción de la población penal son las principales misiones que mueven su actuar.
“Es por eso que la educación, la capacitación laboral, la asistencia religiosa, el deporte y las intervenciones psicosociales se enmarcan en la oferta institucional como parte del proceso de reinserción social. Asimismo, la educación es un pilar en el proceso de evaluación de conducta, conducente a permisos de salida, libertad condicional o traslado a nuestros Centros de Educación y Trabajo”, destaca la directora regional (s) de Gendarmería, teniente coronel Emilyn Ibáñez González.
Durante este año 114 privados de libertad en penales de la Región de Ñuble cursan la enseñanza básica y 132 la media.
Respecto a los requisitos para acceder a la educación al interior de los establecimientos penales, “se requiere que el interno cuente con la calidad procesal de condenado, y el certificado de estudios del último curso aprobado. Esto, sin embargo, solo se hace posible si el interno tiene interés voluntario por superarse y acceder a la oferta, que es impartida en condiciones lo más parecidas a la educación de adultos en libertad. Contando con la constante motivación que brindan los y las docentes”, detalla la autoridad.
En respuesta a las necesidades educativas Gendarmería informó que sus funcionarios entregan las facilidades y condiciones necesarias para efectuar este proceso.
“A pesar de la pandemia que nos afecta, hemos llegado incluso a tener clases online, habilitando salas especialmente acondicionadas para esos efectos. En tanto los internos, cuando inician los procesos de educación, junto con tener una buena calificación de conducta, además sienten que si es posible la superación personal, y desde ahí viene la motivación por continuar la educación superior. Así que, como cualquier estudiante, reciben el apoyo de sus profesores para preparar las diferentes pruebas de ingreso a la educación superior”, explica la directora.
Texto: Susana Núñez/Antonieta Meleán