La cultura e identidad histórica pueden llegar a ser factores de desarrollo económico de la Región de Ñuble no solo como elementos diferenciadores de la oferta turística, sino también como inspiración para la creación de productos y servicios innovadores que diversifiquen una matriz económica anclada en la explotación de recursos naturales, aún con bajo valor agregado.
En Ñuble, tenemos la suerte que el listado de nuestros “héroes” -que entendemos como personajes que sintieron la íntima necesidad de cambiar las cosas que no estaban bien a su alrededor, que pasaron por difíciles pruebas para alcanzar ambiciosos objetivos- es extenso.
De algunos se sabe mucho, como Bernardo O’Higgins, el Padre de la Patria, sin duda el principal personaje de la historia política local y nacional; de Arturo Prat, el héroe de Iquique nacido en Ninhue y un ejemplo de entrega por Chile o de Arturo Merino Benítez, creador de la aviación nacional. Pero no ocurre lo mismo con el alcalde José María Sepúlveda Bustos, quien junto al intendente Vicente Méndez Urrejola transformarían Chillán a principios del siglo XX. Desconocidos como relevantes son también el doctor David Benavente, reconocido como pionero y maestro de la neurología chilena; o el abogado Moisés Poblete, quien fue el ideólogo de los principales avances que humanizaron la legislación laboral chilena en la primera mitad del siglo XX.
Igual de importantes para Ñuble han sido sus empresarios, sobre todo aquellos visionarios que junto con sus emprendimientos y la prosperidad que trajeron, crearon bienes públicos o proyectaron a este territorio a nivel nacional. Ahí se inscriben Juan Schleyer Brandt cuyas empresas a fines del siglo XIX permitieron el desarrollo industrial viñatero en Ñuble; Juan Ignacio Montenegro, el abogado fundador del primer banco y del diario La Discusión o de Alfonso Lagos Villar, también expropietario de La Discusión e impulsor de diferentes iniciativas de desarrollo local durante las décadas del 60 y 70.
En las artes la lista es enorme. Desde Claudio Arrau, talento único, sin duda el más grande pianista del siglo XX, pasando por Violeta Parra y su canto a la vida que ha conmovido al mundo, la irrepetible antipoesía de su hermano Nicanor, el talentoso pincel de Arturo Pacheco Altamirano, la poderosa inspiración de Marta Colvin, hasta nuestros días, con jóvenes creadores, músicos, pintoras, actrices y cantantes que están comenzando a inscribir sus nombres en la historia de la cultura local y nacional.
En momentos que necesitamos tener un capital social más robusto, mucho bien haría estimular en el sistema educacional público y privado el conocimiento de estos personajes que supieron encauzar su potencial humano y profesional a favor de intereses superiores.
Una Región también se construye desde el espíritu, necesita una épica colectiva, y la inspiración que puedan transmitir nuestros “héroes” puede ser un gran estímulo para que las actuales y nuevas generaciones se desarrollen con ese mismo sentido de abnegación, honestidad e imaginación creativa.