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Con características de las más variadas, se han agravado los delitos en los sectores rurales de nuestra región. No solo el tradicional robo de ganado, sino también el ingreso a las propiedades y casas de personas que son sometidas mediante amenazas y agresiones.
El 62% de los ñublensinos vive en zonas rurales cuyas ciudades de cabecera han ido creciendo poblacionalmente y complejizándose, pero como suele ocurrir ese desarrollo no es parejo y la seguridad es un ámbito que está al debe, tanto en aquello que le corresponde al Gobierno y a las policías, como desde el punto de vista privado, pues los vecinos no están preparados, las casas no tienen alarmas, ni rejas y menos existen cámaras de seguridad en las calles.
Tal déficit es conocido por los delincuentes y lo están aprovechando, mientras las autoridades locales se sienten impotentes ante esta crecida delictual y reclaman mayor presencia policial.
En un reciente seminario organizado por la Corte de Apelaciones de Chillán, se abordó lo que podría suceder a corto plazo, puesto a que si bien la región de Ñuble exhibe bajas en las estadísticas delictuales, en las regiones vecinas (Maule y Biobío) las cifras son muy altas, debido al aumento de bandas organizadas, de nacionales y de extranjeros, y es muy probable que estas mafias ya estén llegando a las zonas rurales de nuestra región, para refugiarse y operar desde allí.
Aunque siempre, e incluso en el plano internacional, se toma como referencia de índice de criminalidad la tasa de homicidios de una región, y en Ñuble la mayoría de los delitos de mayor connotación social, como los robos violentos, han bajado respecto a 2023, la sensación de inseguridad regional es una de las más altas del país (96%).
Y la razón es la misma: hace menos de cuatro o cinco años esos “pocos” delitos de encerronas, asaltos grupales a locales comerciales (con armas de fuego) y secuestros “exprés”, eran fenómenos inimaginables en la zona.
En San Carlos y Quillón los dueños de los locales comerciales sufren la arremetida de antisociales que se estarían trasladando desde núcleos urbanos más grandes.
A lo anterior se suma el abigeato. El delito más antiguo en nuestros campos está lejos de extinguirse, y nuevamente la falta de personal policial aparece como un incentivo para los delincuentes. De hecho, el endurecimiento de las penas por robo de ganado no sirve de mucho si no se garantiza una mayor cobertura policial.
La realidad está mostrando que las peculiaridades del delito ejecutado en la soledad de los campos, lo mismo que en las comunas de la región requiere sólidas tareas de prevención, basadas en la investigación de las redes delictivas y el necesario aumento de la dotación policial y las respectivas herramientas que necesitan para combatir esta nueva e inmerecida amenaza sobre el mundo rural de Ñuble.