Innovación es la palabra de moda en la última década. Según un estudio de la consultora ATK, fue el concepto más utilizado en el análisis económico en los medios de comunicación en 2010-2020, lo mismo que por estudios y consultores que la definen de diferentes formas, incluso más como una herramienta de marketing que una expresión fidedigna de identidad y quehacer.
El tema cobra relevancia en una zona como Ñuble, con una matriz productiva muy poco diversificada, que se concentra principalmente en los sectores silvoagropecuario, industria forestal, agroindustria y comercio y donde el turismo emerge como un rubro cada vez más relevante.
De hecho, hay completa coincidencia -entre autoridades y la academia, no así en los actores económicos regionales- en la necesidad de fortalecer y agregar valor a la producción de los sectores mencionados, que son rubros en los que la zona tiene ventajas comparativas, pero también debe ser capaz de proyectar el desarrollo de otros productos y servicios, más allá de las materias primas y commodities agrícolas y forestales.
Convendría escuchar, sobre todo, al mundo académico, donde hay bastante coincidencia en el potencial que tiene la nueva región en sectores como la energía, la logística asociada al transporte y almacenaje, la industria tecnológica vinculada al desarrollo de software, la industria manufacturera liviana con alto nivel tecnológico y la llamada industria creativa.
Lo anterior, junto con abrir nuevas posibilidades a nuestro territorio, tiene un “efecto halo” sobre el resto de la economía y la innovación debería pasar a ser un factor clave para atraer y retener talento y revertir la creciente fuga de capital humano calificado, un fenómeno preocupante que han mostrado estudios recientes.
A nivel local, estudios realizados por la UdeC y la UBB muestran que hay una mirada positiva y mucho entusiasmo con respecto a hacer innovación, pero todavía se necesita crear las condiciones adecuadas para que se financien y se lleven adelante tareas de este tipo en un nivel más amplio.
Catorce de las 21 comunas de Ñuble son eminentemente rurales, su población ha envejecido y presentan un bajo crecimiento demográfico, de hecho, al menos ocho comunas son “expulsoras de población” y hay seis comunas que están por entrar en esa dinámica. Además, somos la segunda región más pobre del país, con una tasa de pobreza por ingresos de 20,6% y apenas un 6% de la inversión pública se concentra en sectores productivos. Por ello, de mantenerse el actual ritmo de la inversión estatal y privada, el rezago se profundizará en los próximos años, razón por la que no se puede seguir haciendo más de lo mismo.
Lo primero que hay que tener presente es que no se puede progresar en estas ideas sin que existan también la voluntad política y los recursos destinados a promoverlas. En tal sentido, el Estado tiene la obligación de desplegar en Ñuble una amplia batería de programas, con foco en las pequeñas y medianas empresas. Igualmente, como en muchas cosas, para que todo cuaje, es necesario el trabajo conjunto, especialmente del mundo empresarial y académico, donde se requiere crear una cultura de colaboración, la única receta que ha demostrado ser adecuada para transitar con éxito el camino de la innovación.