Uno de los graves problemas que develó la pandemia es la alta informalidad laboral que existe en la economía nacional y regional. Las restricciones al desplazamiento impuestas por las autoridades para reducir los contagios mostraron la dura realidad de quienes trabajan sin contrato, que viven el día a día y que si no salen a trabajar, sencillamente no comen.
La pandemia mostró que existen trabajadores de segunda categoría, que no pudieron acceder al seguro de cesantía y que no pudieron acogerse a la Ley de Protección del Empleo, razón por la que el retiro del 10% de los fondos de pensiones fue el único salvavidas en esta crisis. Los trabajadores informales son precisamente aquellos que tienen lagunas previsionales y que han logrado ahorrar en sus cuentas de capitalización individual en los breves periodos durante los cuales han trabajado con contrato. Por esta razón, este grupo es precisamente el que agotó sus fondos de pensiones con el primer y el segundo retiro.
Según estadísticas aportadas por el Observatorio Laboral Ñuble (OLÑ) en base a información de la Encuesta Nacional de Empleo, tanto en Chile como en la región de Ñuble la tasa de informalidad laboral descendió durante 2020 como consecuencia de la pandemia, registrando un leve repunte en los últimos meses. En el trimestre julio-septiembre llegó a 25,1% en el país y a 29,6% en Ñuble.
En el caso de los trabajadores por cuenta propia en la región, la informalidad laboral llega a la abrumadora tasa de 65,9%, mientras que en el servicio doméstico alcanza un 73,5%. En tanto, entre los asalariados privados es de 19,4%, y entre los trabajadores públicos es de 18%.
Para enfrentar esta realidad, que pone en evidencia las grandes brechas sociales, económicas y territoriales, los distintos gobiernos han implementado diversas iniciativas tendientes a promover la formalización, sin embargo, sus resultados siguen siendo insuficientes.
En ese sentido, para abordar esta problemática es fundamental también implementar políticas públicas que permitan un cambio cultural, ya que la informalidad laboral también da cuenta de un gran desconocimiento y de la hipocresía de la sociedad, pues existe una mayoría silenciosa a la que no le conviene que esta situación cambie. En el caso de los trabajadores informales, muchos prefieren no tener un contrato para no perder beneficios sociales, mientras que para los empleadores, la informalidad les permite acceder a mano de obra barata o evadir el pago de beneficios y cotizaciones.
Combatir la informalidad no es una misión que deba comprometer únicamente los esfuerzos del Estado, sino que requiere de una perspectiva ética y del bien colectivo que muchos no tienen.