Share This Article
Por diversas razones, desde la falta de recursos hasta las limitaciones por escasez de agua, las comunas de Ñuble exhiben una acentuada insuficiencia de plazas y parques.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 9 metros cuadrados por habitante, mientras que la comuna de la región que más se acerca a ese estándar es Ránquil, con 6,7 metros cuadrados por habitante. En Chillán, el promedio es de 2,5 metros cuadrados por habitante, pero con realidades muy disímiles. Hay sectores como Quilamapu que están por sobre el rango de la OMS, pero también muchos otros -y ahí el gran problema- donde prácticamente no hay áreas verdes, todo es asfalto.
Una premisa básica que sustenta esta preocupación, reiteradamente manifestada desde estas páginas, es la necesidad de recuperar y acrecentar espacios verdes y libres, a fin de que los habitantes de las ciudades, independiente de su tamaño, puedan encontrar no solo desahogo y posibilidades accesibles para desarrollar actividades recreativas y deportivas, sino también espacios para la integración social.
Según un reciente estudio publicado en Chicago, las personas que viven en edificios o condominios que se encuentran rodeados de árboles y vegetación tienen menos posibilidades de ser víctimas de delitos. El verde reduce la delincuencia a través de varios mecanismos, plantea esta investigación.
En primer lugar, la vegetación ayuda a las personas a relajarse y ser menos agresivas. En segundo lugar, los espacios verdes acercan a las personas al aire libre, por lo que hay más personas en estos espacios y por lo tanto, hay más vigilancia. Otro estudio, de la Universidad de Exeter, en Inglaterra, afirma que vivir cerca de una zona verde produce una satisfacción mental sostenida en el tiempo, incluso mayor a conseguir un aumento de sueldo.
Los autores del estudio dicen también que el tener áreas verdes disponibles ayuda a evitar problemas mentales como depresión, estrés laboral o ansiedad.
Por su parte, el Laboratorio de Paisaje y Salud Mental de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, demostró que los niños que juegan en áreas verdes tienen menos posibilidades de tener déficit atencional o ser hiperactivos, y que el estar cerca de árboles y plantas es una gran ayuda en el tratamiento de los niños que tienen estos problemas.
Como se ve, abundan argumentos para priorizar este tema en la agenda pública y crear condiciones favorables tales como una política urbana apropiada, exigencias mínimas de creación e instalación de áreas verdes para las municipalidades y apoyo a las iniciativas privadas.
No se trata de una cuestión estética. Si las áreas verdes generan bienestar y felicidad, los 9 metros cuadrados recomendados por la Organización Mundial de la Salud tienen aún más sentido, y los estudios que muestran claramente el déficit de estos espacios en Ñuble dejan de ser solo números y pasan a significar que tenemos amplios sectores de nuestra región donde las personas tienen menos derecho a ser felices. Es otra versión de la inequidad, esta vez en verde.