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Al revisar las prioridades que los ñublensinos (as) expresan en distintos estudios de opinión, además de la seguridad ciudadana, siempre aparecen entre los cinco primeros lugares conceptos como trabajo, ingresos y desarrollo profesional. Lo anterior, ya en nivel de respuesta a esa aspiración ciudadana, refiere de modo inevitable a lo que puedan hacer los sectores público y privado en materia de aumentar los niveles de inversión hoy existentes en la región y que son significativamente más bajos que otras zonas del país.
Sobre este punto no hay duda. De hecho, hay consenso transversal sobre la necesidad de que Ñuble atraiga inversiones, no solo por la caída de este indicador observada en los últimos años, sino por el rezago estructural que exhibe la nueva región, lo que se traduce en un menor crecimiento y un escaso dinamismo en la generación de empleos.
Por ello se valora el nuevo instrumento IFI de Inversión Tecnológica de Corfo, que dispone de $3.500 millones para cofinanciar proyectos que se instalen en la región, precisamente como parte de los esfuerzos por atraer recursos privados en los ámbitos de servicios globales y también en la producción de bienes, enfocados en manufacturas metalmecánica y remanufactura de la madera, agroindustria y economía circular. En concreto, la iniciativa -única de su tipo en el país- permite cofinanciar con hasta un 30% los proyectos que representen una inversión igual o superior a 2 millones de dólares ($1.900 millones).
Según se planteó en el lanzamiento de este novedoso instrumento que es financiado por el Gobierno Regional, su objetivo es contribuir a la materialización de inversiones tecnológicas, estratégicas y reducir brechas de competitividad en sectores productivos o territorios relevantes, a través de la formación e inserción de capital humano especializado, actividades de desarrollo de proveedores y el cofinanciamiento de activos fijos tecnológicos que fomenten la diversificación de la matriz productiva regional.
Es fundamental que este esfuerzo considere una adecuada equidad territorial en la focalización de los incentivos, pues hoy el eje longitudinal que constituye la zona de riego desde Ñiquén a Pemuco, incluidas las comunas de San Carlos, Chillán y Bulnes, concentra el grueso de las inversiones del rubro frutícola y agroindustrial.
Es por ello que ojalá el IFI de Inversión Tecnológica también pueda servir para atraer inversiones que aprovechen las potencialidades del secano, en rubros como el turismo, la energía y la industria maderera en el Valle del Itata y en la zona cordillerana, así como apostar decididamente por profundizar y diversificar el sector de los servicios.
Las oportunidades para el desarrollo de la región de Ñuble, a partir de nuevas inversiones, son casi ilimitadas. Borrar el “casi” estará dado por la capacidad de gestión de las autoridades frente al gobierno central y ante los potenciales inversionistas. Una misión ambiciosa, pero que de ser exitosa tendrá un positivo impacto en la economía y en los ingresos de sus habitantes.